CREACIÓN “PSICOLÓGICA” Y “VISIONARIA” ARQUETÍPICA

UNA PERSPECTIVA DESDE LA PSICOLOGÍA ANALÍTICA JUNGUIANA

Dra. Trudy Ostfeld de Bendayán
Analista junguiana, Magister en Filosofía,
Ph.D en Estudios Psicoanalíticos.



La obra que late en el alma del artista antes de nacer es una fuerza de la naturaleza que se impone, bien con titánica violencia, o con esa argucia sutil del fin natural, sin reparar en el bienestar o en el dolor del ser humano sometido al ansia creadora. Lo creador vive y crece en el ser humano como el árbol en el suelo, del que extrae, forzándolo, su sustento. De modo que haríamos bien en considerar el proceso creador como un ser vivo implantado en el alma del hombre.
Carl G. Jung



LA CREATIVIDAD, UN FACTOR INSTINTIVO ESPECIAL

Jung describió cinco grupos principales de factores instintivos,[1] a saber:
  1. El hambre estimado como el instinto primario de auto-conservación y, quizá, el más fundamental de todos;
  2. La sexualidad (Jung lo coloca en segundo lugar, después del hambre. Su tendencia especial a la psiquización permite desviar su energía biológica hacia otros canales, como es el caso de sublimación descrita por Freud);
  3. La reflexión (la necesidad religiosa y la búsqueda de significado existencial);
  4. La actividad (gusto por los cambios, impaciencia, juegos, viajes), y
  5. La creatividad. Para Jung, la creatividad posee una categoría propia. Las descripciones de ella se refieren específicamente al impulso de crear arte.

Al respecto señaló:

Aunque no podemos clasificarlo con un alto nivel de precisión, el instinto creativo es algo que merece una mención especial. No se si “instinto” es la palabra correcta. Usamos el término “instinto creativo” porque este factor se comporta como un instinto. Al igual que el instinto, es compulsivo, pero no es común ni es una organización fija e invariablemente heredada. Por lo tanto, prefiero designar al impulso creativo como un factor psíquico de naturaleza similar al instinto, teniendo realmente una conexión muy estrecha con los instintos, pero sin ser idéntico a ninguno de ellos. Sus conexiones con la sexualidad son un problema muy discutido y, además, tiene mucho en común con el impulso de actividad y el instinto reflexivo. Pero también puede eliminarlos o ponerlos a su servicio hasta la autodestrucción del individuo. La creación es tanto destrucción como construcción. (CW 8, pár. 245).

En consecuencia, desde la perspectiva junguiana, el proceso creativo no es el resultado de la sublimación descrita por Freud, es decir, como compensación a la renuncia de la gratificación instintiva directa. Para Jung, el trabajo creativo y la experiencia visionaria no pueden ser reducidas al inconsciente personal de un individuo, sino que debe ser incluido el inconsciente colectivo.


LA CREACIÓN VISIONARIA GENESÍACA DESDE EL INCONSCIENTE:
LA FUENTE DE INSPIRACIÓN

En base a ello, Jung distinguió entre dos modalidades de creación artística: la creación “psicológica” y la “visionaria.”

En el primer caso, el material emerge de la experiencia personal del creador, su arte reside en su capacidad para modificar o transfigurar estéticamente tal experiencia.

Sin embargo, en la creatividad que denominó visionaria, el material surge de la imaginería del inconsciente colectivo y, consecuentemente, no resulta ser algo familiar para el artista (concepción romántica del siglo XIX representada por Novalis, Hölderlin, Rambaud, Nerval, etc. y la surrealista del XX: “Los surrealistas, esos románticos del siglo XX”). Nietzsche había asimismo presentado en su primera obra El Nacimiento de la Tragedia, al hombre creativo como medio a través del cual se manifiestan fuerzas primordiales que surgen de la esencia de la naturaleza a la cual denominó “la misteriosa unidad primigenia.”

El intelectual contemporáneo George Steiner confirma la aproximación de Jung a la experiencia visionaria cuando habla, en su obra Gramáticas de la Creación, de la poética como “inmediatez inspirada” lo cual conlleva “a una teoría del arte fundamentada en la concepción del artista como médium. “En el lenguaje de los románticos y del siglo XX”, escribe, sería “el de la iluminación visionaria, el del sueño genesíanico, el del subconsciente. Pero la dinámica es la misma: el poeta, el compositor, el pintor, no son creadores primarios. Son arpas eólicas –como imagina Coleridge- vibrando como respuesta a los impulsos psíquicos cuyo origen, cuyo primario foco imperceptible, es ajeno a los dictados de la conciencia. La técnica canaliza, no origina” (2001, p. 61). Por ello, al igual que Jung, concluye que no la conciencia del artista la fuente de su creatividad sino que “es la mántica voz de la Musas, la voz del daimonión la que habla a través del artista”.

Una realidad vivida por Nietzsche, un hombre calificado por Jung como visionario y cuya descripción de lo que se llama “inspiración” concuerda con la aproximación creativa propuesta por el psiquiatra suizo. Al respecto escribe el filósofo en su autobiografía titulada Ecce Homo:

¿Hay alguien que a fines del siglo XIX tenga noción clara y exacta de lo que los poetas de las grandes épocas de la humanidad llamaban inspiración? Por si no lo sabe nadie yo voy a explicarlo: Aunque nos creamos completamente liberados de toda superstición, no podemos nunca vernos libres de la idea de la encarnación, del portavoz o médium de las potencias superiores. La palabra revelación, tomada en el sentido de “cualquier cosa” se nos revela de pronto a la vista o al oído –con una indecible precisión, una inefable delicadeza que nos conmueve y trastorna hasta lo más íntimo de nuestro ser -, es la simple expresión de la realidad exacta. Se oye sin buscar nada; se recibe sin preguntar lo que damos. Semejante a un relámpago, la idea brota absoluta, necesaria, sin dudas ni vacilaciones. Yo nunca he tenido que elegir en estos casos. Es un encantamiento durante el cual nuestra alma, impulsada a una tensión sin medida, siente a veces el alivio de las lágrimas, y nuestros pasos, ajenos a nuestra voluntad, tanto se apresuran como se retardan; es un éxtasis que nos envuelve por entero, dejándonos la clara percepción de vibrar en mil estremecimientos; es una plenitud de felicidad en que el sufrimiento, sino como partes integrantes e indispensables, como un matiz necesario en este océano de luz. Es un instinto rítmico que abraza todo un mundo de formas: la grandeza, el deseo de un ritmo amplio es casi la medida exacta de la potencia inspiradora y como una especie de compensación a un exceso de opresión y de tensión. En todo esto no interviene para nada nuestra libertad voluntaria, y, sin embargo, nos sentimos arrastrados en un torbellino por un sentimiento pleno de embriaguez, de libertad, de soberanía, de omnipotencia. Lo más extraño es el carácter de imposición absoluta que adquiere entones la imagen, la metáfora. Se pierde noción de lo que son una y otra. Es como si se nos ofreciera la expresión más natural, más precisa, la más sencilla de todas. Realmente –según palabras de Zaratustra -, las cosas viene por sí mismas a nosotros, deseosa de transformarse en símbolos.... Tal es mi opinión experta acerca de la inspiración. Y estoy seguro de que no hará falta retroceder muchos millares de años para encontrar a alguien que tenga derecho de decir: ‘Y la mía también’” (1984, pp. 114-116).

Bajo la égida de la inspiración, Nietzsche escribió febrilmente cada una de las cuatro partes de Así Habló Zaratustra en diez días como si estuviese bajo los efectos de un poderoso hechizo. El ditirámbico rapsoda confesó que prácticamente toda esta obra le fue susurrada a sus oídos mientras el marchaba por la montañas con un ánimo cercano al éxtasis.

Por su parte, Jung explicó lo siguiente con respecto al Zaratustra de Nietzsche y a la segunda parte del Fausto de Goethe: “Estas obras positivamente se han impuesto a sí mismas sobre el autor; sus manos, como si estuviesen posesas, sus plumas escriben cosas que sus mentes contemplan con asombro. El trabajo conlleva en sí su propia forma... El autor solo puede obedecer el impulso aparentemente ajeno y seguirlo hasta donde le conduzca sintiendo que su obra es más grande que él mismo pues porta un poder que no puede controlar. En este caso, el artista no es idéntico al proceso de creación; sabe que está subordinado a su trabajo o que está fuera del mismo como si fuese una segunda persona que ha caído dentro del círculo mágico de una voluntad ajena (CW 15, pár. 157).

Jung mismo, cuando escribió su libro La Respuesta Job, tuvo una experiencia similar: “La experiencia de este libro”, señaló, “era para mí como un drama fuera de mi control. Yo me sentí apenas como la causa ministerialis de mi libro. Toda la obra me vino repentinamente mientras convalecía de una enfermedad febril. Sentí su contenido a manera de manifestación de una divina conciencia en la cual yo participaba, lo quisiera o no” (LJ, II, p. 112). Como Nietzsche con respecto a Zaratustra, Jung consideró La Respuesta a Job como su magnum opus: “Siendo anciano”, reporta Edinger, “Jung confesó que desearía poder re-escribir todos sus libros excepto uno. Con La Respuesta a Job estaba totalmente satisfecho (Edinger, 1983, p. 60).


LA CREACIÓN TRANSPERSONAL DEL INCONSCIENTE COLECTIVO ONÍRICO, SABIO Y LUMINOSO.

El analista junguiano Erich Neumann, por su parte señaló: “en la vida del hombre creativo el énfasis siempre recae en los factores transpersonales” (1974, p. 17). Por ello, se puede concluir: que Jung tenía una concepción del inconsciente diferente a la de Freud. Para Jung el inconsciente no es solo el repositorio de experiencias personales infantiles reprimidas sino que también está en posesión de una especie de sabiduría vital. Basta con citar dos conocidos ejemplos para mostrar el aspecto creativo del inconsciente.

Uno es el caso del químico Friedrich Kekulé (1829-96), quien por años intentó solventar en vano la estructura molecular del benceno. Finalmente, a través de un sueño observó la imagen de una cadena de átomos de carbono e hidrógeno que se unían en un círculo presentado una forma similar a la de una serpiente mordiéndose la cola. Esta imagen completamente espontánea era la manifestación de un antiguo símbolo: el ouroborus. A partir de la misma, se percató que la molécula de benceno debe estar compuesta por seis átomos de carbono unidos en forma de anillo. Al reportar este descubrimiento durante una conferencia científica, Kekulé señaló: “Aprendamos a soñar, caballeros, y después quizá podamos encontrar la verdad.”

Por su parte, el afamado poeta Coleridge al despertar de un sueño escribió el conocido poema Kubla Khan, el cual le había sido completamente “susurrado” durante el estado onírico. Lamentablemente por la imposición de leyes implacables de Cronos no podemos citar otros ejemplos relevantes como los pivotales descubrimientos surgidos a partir de imágenes oníricas como en el caso del de físico danés Niels Bohr que le permitió elaborar la teoría cuántica y el del sueño de Albert Einstein a partir del cual extrajo el “principio de la relatividad.”

Jung, asimismo, nos habla de que el inconsciente colectivo presenta, además, de una condición precognitiva relacionada directamente con el sustrato filogenético de la raza humana. Lo visionario, acorde a Jung, resulta del establecimiento de una comunicación directa en la sabiduría arcaica de la psique colectiva, la cual está fuera de la leyes del espacio y el tiempo. Por ende, Jung concluyó que los visionarios y profetas están en contacto con los arquetipos del inconsciente colectivo. También señaló, que el método causal-reductivo podría haber repudiado tal ámbito de experiencia psíquica por temor a caer en el temido lugar de la superstición y de la metafísica (cfr. CW 15:95). Por su parte, el analista junguiano, Anthony Storr, sugirió que “la aproximación freudiana a los contenidos del inconsciente consistente en solo aquello rechazado por la conciencia y el id como un impulso caótico e indiferenciado, ha tenido muchos efectos desafortunados, entre los cuales cabe mencionar la falla en distinguir entre los rituales estériles del obsesivo y la actividad ritualista del artista o científico.” (1993, p. 294).


LA FANTASÍA, MATRIZ LÚDICA Y LIBERADORA.

Por todo lo mencionado, cabe destacar que Jung consideraba que el inconsciente es primordial o potencialmente creativo. Tenía una mayor fe en los potenciales creativos del inconsciente y percibió, en la cámara oscura, pulsiones tanto de vida como de muerte. Las diferencias entre las visiones del inconsciente entre Jung y Freud quedan reflejadas en las actitudes contrastantes respecto al a fantasía mostrada por ambos. Freud aseguró que una persona feliz nunca fantasea; solo lo hace alguien insatisfecho. Jung, por el contrario, escribió: “Para mi la fantasía es el lugar maternal creativo del hombre o como bien lo dijo Schiller, el hombre es completamente humano sólo cuando juega”

Con respecto a lo “maternal creativo”, cabe destacar que para Jung “el proceso creativo tiene una cualidad femenina, y el trabajo creativo surge de las profundidades inconscientes – podemos decir con veracidad surge del ámbito de la madres” (CW 15, pár. 158). Un ámbito relacionado con el caos y con el inconsciente colectivo. En las cosmologías tradicionales, el orden del mundo emerge del caos y el Mundo de las Madres está relacionado con el caos: un estado previo a la creación.

Este mundo, a la vez fascinante y terrorífico, es hermosamente descrito por Goethe cuando Mefistófeles le dice al Fausto: ”Me disgusta tener que revelar uno de los mayores secretos. Existen diosas entronizadas en soledad, fuera del espacio, fuera del tiempo. Me perturba incluso el hablar de ello. Son las Madres…. Cuando llegues al trípode resplandeciente sabrás que habrás llegado tan lejos como se puede llegar. Por la luz que arroja veras a las Madres. Algunas están sentadas, otras de pie y algunas caminando. Formación, transformación, la mente eterna en comunión consigo misma, rodeada de las formas de toda creación.” Al respecto, Jung señala: “El ‘ámbito de las Madres’ tiene numerosas conexiones con la matriz, la cual frecuentemente simboliza el aspecto creativo del inconsciente” (CW 5, para.180).

Por su parte, el filósofo español Andrés Ortiz-Osés señala:

Todo creador, podríamos decir, es un pro-creador que ejerce su acción ‘distintora’ a partir un caos (nigredo): por eso las diosas madres preceden y fundan a los dioses paternos, los cuales proceden de aquellas. Su presunta creación de la nada resulta entonces una recreación de algo previo: una hermenéutica de lo hermético, una organización del caos, una conformación de la materia. El dios del Antiguo Testamento –Elohim- no es un creador sino un demiurgo, ya que pre-existe a su creación una protomateria de signo matriarcal-femenino.... Tanto el dios acádico como el judío proceden por diferenciación (patriarcalización, racionalización) de una anterior eón matriarcal. (1995, p. 51).

Con todo, cabe destacar que de las mismas profundidades femeninas también surge la locura: en ambos casos ocurre una intrusión del simbolismo inconsciente. La locura, en la imaginería de Jung, es el resultado de la posesión por la “Madre Terrible” con sus “características mánticas y orgiásticas”, La disolución de la personalidad (psicosis) forma parte de la esfera del gran madre (el inconsciente): “la locura”, escribe Neumann, “es un síntoma eternamente recurrente de la posesión por la madre o por sus representantes” (1991, p. 61). El resultado, creatividad o locura, depende de la fortaleza del ego cuando es confrontado con la invasión de contenidos inconscientes.


LA EXPRESIÓN CREATIVA DEL ARQUETIPO MATERNO/CONCIENCIA GENERATRIZ

Neumann, uno de los más cercanos colaboradores de Jung y quien trabajo a profundidad el tema de la creatividad desde la perspectiva de la psicología analítica, traza una distinción entre dos tipos “procesos artísticos creativos, dependiendo si el mayor énfasis está en el arquetipo de la madre o en el del padre” (1969, p. 169).

El Arquetipo de la madre

Si el énfasis recae en el arquetipo de la madre o lo que denomina la “conciencia matriarcal”, “la fantasía, la inspiración, las ‘ideas repentinas’ constituyen la influencia dominante con el resultado de que se produce una productividad espontánea del inconsciente” Neumann continúa señalando que el hombre creativo bajo la égida de la influencia matriarcal, procesa la activación del inconsciente “bajo la forma de un crecimiento interno, preñez y parto e incluso como una invasión o inundación en la que el inconsciente asume el papel rector (ibid., p. 170). El autor concluye que todas las formas de arte romántico, intuitivo, visionario y todas las formas de poesía lírica pertenecen a la esfera matriarcal (ibid.). Nietzsche estaría incluido en este grupo: expresó sus creaciones empleando metáforas de muerte y renacimiento, de la preñez de sus obras y cuántos meses le ha costado el parto de las mismas. Él mismo declara: “Yo soy la eterna madre primordial creativa” (BT 17). Neumann añade que “la posesión, las facultades mediales y la pasividad son características resaltantes de una personalidad de este tipo en el cual el ego es comparativamente menos desarrollado y tiende a jugar el papel de un acompañante o de una partera en lugar de ser el moldeador o quien le da activamente la forma al material surgido del inconsciente” (ibid. P. 170).

La preponderancia del arquetipo paterno

La otra forma de expresión creativa descrita por Neumann es la que resulta de la preponderancia del arquetipo paterno: “El dominio del arquetipo del padre, en contraste completo con el de la madre, invariablemente conlleva a la acentuación de aquellos aspectos de la materialidad que están ligados a la afirmación y desarrollo de la mente conciente. En ese sentido, el arte patriarcal es la celebración del principio luminoso y del héroe; es una glorificación de los valores más elevados de canon cultural” (1898, p. 171).

El autor añade: “Si el peligro del principio matriarcal reside en la amenaza de la posesión por el caos inherente al inconsciente colectivo (superabundancia de sentidos), el peligro del principio patriarcal estaría representado por la rigidez debido a que está atado, por su propia naturaleza, al ethos (costumbre), a la voluntad de la mente conciente, a la ley, el orden y las formas estrictas.” Neumann encuentra la expresión extrema de la tendencia patriarcal en la hostilidad hacia las imágenes que distinguen al judaísmo e islamismo. En estas religiones, la única imaginería que sobrevive es la pura forma de simbolismo representada por los caracteres escritos” (ibid., p.173).


DE LA CREACIÓN BIPOLAR A LA INTEGRADA EN UN EGO MÍSTICO ILUMINADOR DEL ARQUETIPOMATERNO Y PATERNO

Por ello, Neumann concibe que la mejor expresión artística es aquella resulta de la integración de los principios materno y paterno; entre la idea que viene como inspiración y su elaboración consciente; entre lo que es dado y recibido y aquello que es moldeado y realizado.... El arte de sintetizar la realidad interna con la externa, así como lo subjetivo y lo objetivo, debe ser una parte esencial en la producción artística” (ibid. 175). Por ello concluye que la labor de un artista debiera ser opuesta a la acciones descritas por los héroes mitológicos de la conciencia, quienes no solo separan al mundo de los padres, sino además dividen al mundo mismo en un sistema de polaridades.” (ibid. P. 178).

Neumann también hace una distinción entre la creatividad y la locura. Al respecto escribe: “Cuando decimos que un individuo es creativo en oposición a la patología, nosotros estamos pensando en una persona que, a pesar de su constelización psicológica inusual y a pesar de las dificultades que muestra en hacer una adaptación a las normas colectivas, produce una obra o un trabajo que resulta ser una expresión de su propia auto-realización y, que a la vez, resulta significante para la especie humana como un todo. Resulta, por demás, indiferente si sus contemporáneos puede comprender y aceptar o no comprender y negar un trabajo de este tipo” (1979, p. 207).

La locura puede ser concebida como la victoria del “ego-místico” sobre el “ego-mundano.” Con el aumento de la fuerza creativa, el ego conciente o mundano renuncia a favor del mundo prehistórico del ego mítico o visionario: al nivel pre-patriarcal del inconsciente” (ibid., p. 245): un estado conocido como “participación mística”, en el cual se borran los límites entre el yo y el otro, entre sujeto y objeto.

Por ello, debemos emular la actitud seguida por el héroe Ulises quien al navegar por el pasaje de las sirenas, seres mitológicos portadores de sabiduría y de muerte y una de las representaciones de los oscuro femenino o del aspecto destructivo del inconsciente, sin des-oír su canto a la vez, pidió a su tripulación ser amarrado fuertemente al mástil. Es decir, no hay que cerrarle las puertas al inconsciente, “conocemos todo”, cantan las sirenas ofreciendo al hombre “el regalo de la memoria y del conocimiento trascendente del mundo arquetipal” (Edinger, 1994, p. 117), sin embargo, debemos estar “amarrados” a las limitaciones, obligaciones, rutina y responsabilidades inherentes a nuestra vida “humana-demasiado humana.”

Dra. Trudy Ostfeld de Bendayán
Analista junguiana, Magister en Filosofía,
Ph.D en Estudios Psicoanalíticos.


REFERENCIAS:

Edinger, E. F. 1983. The Creation of Consciousness: Jung’s Myth for Modern Man. Toronto: Inner City Books.

Jung, C. G. 1979. Collected Works. Sir Read, H., Fordham, M., Adler, G. and McGuire, W. (eds.), 20 vol. Princeton: Princeton University Press (Bollingen Series XX).
_________. 1973. Letters: 1906-1950. Vol. I. Adler, G. and Jaffe, A. (eds.). Hull, R. F. C. (tr.). Princeton: Princeton University Press.

Neumann, E. 1974. Art and the Creative Unconscious. 3rd. ed. Manheim R. (tr.). Princeton: Princeton University Press (Bollingen Series LXI).
__________. 1979. Creative Man: Five Essays. Vol. II. Rolfe, E. (tr.). Princeton: Princeton University Press (Bollingen Series LXI.2).
__________. 1989. The Place of Creation. Nagel H., Rolfe, E., van Heurck, J., and Winston, K. (trs.). Princeton: Princeton University Press (Bollingen Series LXI.3).
__________. 1991. The Great Mother. 7th ed. Manheim, R. (tr.). Princeton: Princeton University Press (Bollingen Series XLVII).

Nietzsche, F. 1983. Ecce-homo. Traducido por Pedro González Blanco. México: Editores Mexicanos Unidos S.A.

Ortiz-Osés, A. 1995. Visiones del mundo. Bilbao: Universidad de Deusto.

Steiner, G. 2001. Gramáticas de la Creación. Barcelona: Ediciones Siruela, S.A.

Storr, A. 1973. C. G. Jung. New York: Viking Press.


[1] Instinto: impulso involuntario hacia ciertas actividades.

Fuente: CREACIÓN “PSICOLÓGICA” Y “VISIONARIA” ARQUETÍPICA

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