Carl Gustav Jung y el contacto directo con el Inconsciente

Por la Lic. Virginia Gawel

El hombre que no encajaba en su época

“Nadie me entiende”, decía en su vejez, ya antes de irse, a los 84 años. Claro! Cómo iba a poder entenderse a este hombre que, siendo Psiquiatra, hablaba de espíritu? ¿Qué desafiaba los conceptos de su época (y de su inicial maestro, Freud) diciendo que en el Inconsciente no anidaba sólo la raíces de los síntomas, sino también sabiduría? ¿Qué viajó por dentro y por fuera para comprender por propia experiencia cómo
exploraban el mundo psíquico personas de otras culturas (y allí se fue a convivir con los aborígenes de Norteamérica, con habitantes de la India, con pueblos originarios del África…)? Terapeuta, escritor prolífico, constructor arquitectónico, pintor, escultor… buceó las aguas de la Meditación, recorrió antiquísimos escritos de la Alquimia para comprender su Psicología, se sumergió en la práctica del Yoga y de la Meditación, investigó a fondo el pensamiento Chino así como el I-Ching junto a su amigo R. Wilhelm, abrevó en los albores de la Física Cuántica para desarrollar junto con W. Pauli el concepto de Sincronicidad… Y mucho más!


¿Cómo habría de ser entendido? Estaba fuera de época. Y quizás fuera de este mundo, buena parte de sus horas, dado que la Psicología que Jung crea está fundamentada no sólo en la observación de pacientes, sino, esencialmente, en sus propias experiencias (tanto en la indagación de su oscuridad, como en el contacto con lo Numinoso). Así, los Teólogos lo tacharon de “psicologista”, y sus colegas de “misticista”. Lo cierto, sí, es que fue un místico (si definimos esta palabra como “alguien que hace contacto con el Misterio por propia experiencia”). Un místico sin dogma, sin religión, sin fe. ¿Sin fe? Claro! Cuando, ya anciano, la BBC de Londres en un reportaje le preguntó: “¿Cree Ud. en Dios”, él respondo: “No creo: . Su fundamento no fue la fe, pues decía que sólo necesitaba creer en algo si no lo había experimentado, y, en cambio, habiéndolo experimentado, la fe ya no era necesaria, tanto como no lo es que Ud. tenga fe en que este escrito que Ud. está leyendo existe en esta realidad manifestada: está aquí, ante sus ojos, y, obviamente, no necesita creer en eso, pues lo está viviendo en forma empírica! Por ende, lo Sagrado, para Jung, no es una creencia: es una constancia empírica, de hecho. Y no requiere, para ser transitada, de ningún dogma, ningún sistema religioso: puede darse en alguien laico… o aún ateo!

Concretamente, en sus palabras: “Las personas que afirman que creen en la existencia de Dios nunca me han producido la menor impresión. o bien sé algo, y entonces no tengo necesidad de creerlo; o bien lo creo porque no estoy seguro de saberlo. Todo lo que he aprendido me ha llevado, paso a paso, a una inquebrantable convicción de la existencia de Dios. Sólo creo en lo que sé. Y eso suprime el hecho de creer. Por consiguiente no considero Su existencia como una creencia: yo sé qué El existe.”

Pero es más atrevido aún: lo que Jung plantea es que para experienciar lo Sagrado la vía es el contacto con el propio Inconsciente: coincidiendo con la Filosofía Perenne (la sabiduría que irradian todas las Tradiciones de Conocimiento del mundo), expresa que el núcleo del Inconsciente (el Sí Mismo) es, por decirlo de algún modo, una porción del Todo encarnada en el individuo. Y no sólo eso: esta porción necesita del individuo para, a través de sus experiencias como humano, evolucionar. Así, la evolución de la Humanidad se da a partir de la evolución de cada una de sus porciones: lo colectivo desplegándose a partir de seres que luchan por diferenciarse de la masa, y Ser. Así, Jung se anima a expresar: “Todas las opiniones que emitimos sobre Dios son en realidad opiniones sobre el Inconsciente. El está localmente definido, es universal, es el Uno y es el Plural y el Todo, él es personal e impersonal porque el Inconsciente se nos aparece bajo todas esas formas.”



La inteligencia autónoma del Inconsciente

Desde el año 1984 ejerzo como terapeuta procurando integrar las Psicologías de Oriente con la visión de Occidente. Mi pregunta, aún como joven alumna de la Universidad, era: ¿por qué, en un lugar donde me están enseñando cómo funciona la mente, parten de los descubrimientos de Freud (o apenas un poquito más atrás), cuando en Oriente se dedicaron a investigar cada engranaje interno desde hace 5000 años? ¿Dónde está todo ese conocimiento acumulado por investigadores de mirada tan científica como la que hoy puede tener un especialista en Neurociencias? Los monjes de distintas culturas han dedicado toda su vida a comprender cómo funcionan las emociones, cómo la mente afecta al cuerpo, cómo explorar estados de conciencia más lúcidos, y, sobre todo, cómo hallar un modo de vida apoyado en valores superiores, sereno, pleno, potente…? ¿Por qué en la Universidad no me hablaron de esto? Mi meta se convirtió, entonces, en hacer lo que estuviera a mi alcance para que esa otra Psicología algún día ingresara a las Universidades, llegara a quienes trabajan con el mundo interno de las personas, dejara a disposición sus extraordinarias herramientas, que, más allá de cualquier contexto religioso, tienen una aplicación laica, terapéutica, empírica, conducente a aquello de lo que tan poco escuché en los claustros de la Facultad de Psicología: una vida sana, con el despliegue de lo mejor de sí.

Jung fue el único que resonó en mí, durante esos cinco años de formación, como alguien que había comprendido esta realidad. Y ya no me sentí tan sola. Hoy, cada vez más son los colegas que abrevan en sus descubrimientos, así como en esta integración Oriente/Occidente que ha dado dirección a mi vocación y a mi vida.

Desde esta Psicología, Jung (junto con otros pocos contemporáneos, como Roberto Assagioli, Víctor Frankl o el pionero William James), afirma respecto de la neurosis un concepto bien diferenciado del que enunciara su antiguo maestro, Freud, (a quien luego rechazara por descreer de su marco conceptual y de su encuadre clínico, con igual rechazo por parte de Freud, defraudado por los “delirios” de quien creía que llegaría a ser su sucesor): “Una psiconeurosis debe considerarse, en última instancia, como el sufrimiento de un alma que no ha descubierto su sentido. El sentido hace que infinidad de cosas sean soportables; quizá que todo lo sea.. El hombre que considera su propia vida y la de sus prójimos sin sentido no es sólo desafortunado sino que está casi descalificado para vivir la vida.”

¿Cómo ayudar a alguien a encontrar ese Sentido? ¿Cómo bucear dentro de sí mismo para hallarlo? ¿Quién puede proveer esa respuesta? Según Jung, la clave está en aprender a dialogar con el propio Inconsciente, y para ello hay muy diversos senderos (la interpretación intelectual puede ser, con frecuencia, el que nos deje a mitad de camino, entendiendo, (a veces) pero no comprendiendo o transformando. Desde la práctica, observo que esta relación con el propio inconsciente -y por ende, consigo mismo- se modifica positivamente en la medida en que el individuo va accediendo a la concepción de que, si bien en el Inconsciente hay aspectos no resueltos y contenidos que nos podrían parecer terribles, también hay, como decía Jung, una inteligencia autónoma que podría poner sus recursos y su sabiduría a nuestro servicio. El sólo hecho de reconocerlo y de aprender a activar estos aspectos útiles y sanos de nuestra mente profunda, ya hace que la persona se disponga de un modo diferente como para recibir todo lo que su inconsciente tiene para ofrecerle: prospecciones, sugerencias, advertencias, soluciones que para la conciencia habrían sido impensables...

En este sentido, podemos decir que el inconsciente es como un sujeto aparte, con vida e inteligencia propias. Dice Jung: “Si lo inconsciente puede contener todo lo que es conocido como función de la conciencia, se impone la necesidad de que, al igual que la conciencia, posea también en última instancia un sujeto, es decir, una especie de yo. [...] Al mismo tiempo, el supuesto de un ‘subconsciente’, al que inmediatamente se asocia ‘un supraconsciente’, pone de manifiesto el hecho que aquí me importa: que un segundo sistema psíquico existente junto a la conciencia -sin que importe qué propiedad se le adjudique- es de una significación tan revolucionaria que puede modificar radicalmente nuestra imagen del mundo. Si pudiéramos llevar hasta el sistema del yo consciente aunque sólo fuera las percepciones que se encuentran en un segundo sistema psíquico, se daría la posibilidad de inauditas ampliaciones de nuestra imagen del mundo.”

Como aclaración al texto que antecede, Jung señala que prefiere, no obstante, no utilizar la expresión “subconsciente” puesto que, al contraponerse a “supraconsciente”, separa dos aspectos que él prefiere aunar: “Mi concepto de lo inconsciente por lo contrario deja enteramente en suspenso la cuestión del ‘arriba’ y el ‘debajo’, o más bien abarca ambos aspectos del psiquismo”

Pero el requisito fundamental parece ser esa disponibilidad por parte de uno mismo para escuchar atenta y respetuosamente lo que el Inconsciente tiene para decirnos. Mediando esta actitud solícita, el Inconsciente puede mostrarse generoso, y nos brinda sus recursos a través de intuiciones, de sueños, de hechos sincrónicos, de imágenes que nos hablan desde la fantasía... Y cuanto más nos entrenamos en el arte de escucharlo, más ricos y contundentes son sus mensajes. En parte, porque quizás en él se ha archivado subliminalmente información que está a nuestro alcance si la buscamos. Y en parte porque tal vez allí se conserve un saber no aprendido, una Ciencia Infusa, -como antiguamente se le llamaba-, patrimonio de toda la Humanidad (si nos remitimos al concepto junguiano de inconsciente colectivo).

Al respecto de buscar contactar con el propio inconsciente, en sus “Estudios Alquímicos” dice Jung: “Toda forma de comunicación con la parte dividida de la psique es terapéuticamente eficaz.”



La autorregulación de la psique

Al referirnos al inconsciente, un concepto fundamental que debemos recordar es que Jung nos habla de dos estratos del inconsciente. Dice Jung: “Debemos, en efecto, distinguir un inconsciente personal y un inconsciente impersonal o sobrepersonal. Designamos también a este último con el nombre de inconsciente colectivo, precisamente porque está desprendido del personal y es completamente general, puesto que sus contenidos pueden encontrarse en todas las cabezas, cosa que no sucede, naturalmente, con los contenidos personales.”

¿Cuáles son, desde la Psicología junguiana, los contenidos del Inconsciente? Citemos al propio Jung: “Todo lo que sé, pero en lo que no pienso momentáneamente; todo lo que en alguna ocasión me fue consciente, pero que ahora está olvidado; todo lo percibido por mis sentidos, pero que no lo tiene presente mi conciencia; todo lo que siento, pienso, recuerdo, quiero y hago sin intención y sin atención, es decir, inconscientemente; todo lo futuro que se prepara en mí y sólo más tarde llegará a la conciencia; todo esto es contenido de lo inconsciente.”[...] “A estos contenidos se suman también todas las represiones más o menos deliberadas de representaciones e impresiones penosas. La suma de todos estos contenidos los designo yo como el inconsciente personal. Pero más allá de ello hallamos en el inconsciente también las propiedades no adquiridas individualmente, sino heredadas, como son los instintos, como la tendencia a la actividad, que se siguen sin una motivación consciente, que resultan de una necesidad...(En este aspecto ‘profundo’ de la psique hallamos también los arquetipos.) Los instintos y los arquetipos forman el inconsciente colectivo.”

Recordemos la definición simplificada de arquetipo que ofrece Sharp: “Son los elementos estructurales y primordiales de la psique humana.[...] ...se manifiestan a nivel personal (a través de los complejos) y a nivel colectivo (como características de todas las culturas).” En esta última acepción cabría citar los mitos, leyendas y símbolos religiosos de los distintos pueblos, cuya similitud, más allá de distancias geográficas o históricas, nos llama la atención.

En “Estructura y Dinámica de la Psique” Jung señala que la con-ciencia posee un umbral de intensidad al cual deben haber llegado sus contenidos; así, dado este umbral y sumando a ello la inhibición que la conciencia misma ejerce, los elementos demasiado débiles permanecerán en el Inconsciente. Dice: “El inconsciente contiene todas las combinaciones de la fantasía que aún no han llegado al umbral de intensidad, pero que en el transcurso del tiempo y bajo condiciones adecuadas entrarán a la luz de la conciencia”.

Jung también nos dice que existiría una relación compensatoria entre la conciencia y el inconsciente, dado que sus contenidos y tendencias rara vez estarían en concordancia. La actividad autorreguladora de la psique se hace evidente en sueños, fantasías y experiencias sincrónicas, y tendría por función corregir cualquier desequilibrio significativo en la capacidad de adaptación del individuo (tanto hacia el mundo externo como hacia sus propias características psicológicas).

Dentro de este mecanismo de autorregulación se da un proceso fundamental: el de compensación. Mediante este mecanismo la psique busca establecer o mantener su equilibrio, el cual originariamente se desajusta por la actividad selectiva de la conciencia. Dice Jung: “La actividad de la conciencia es selectiva. La selección requiere dirección. Pero la dirección requiere la exclusión de todo lo irrelevante. Esto inevitablemente hará que la orientación consciente pase a ser unilateral. Los contenidos excluidos e inhibidos por la dirección elegida se hunden en el inconsciente, donde forman un contrapeso para la orientación consciente. El fortalecimiento de esta contraposición va a la par con el aumento de la unilateralidad consciente hasta que finalmente los contenidos inconscientes reprimidos hacen su aparición en forma de sueños e imágenes espontáneas. Por regla general, la compensación inconsciente no se opone a la conciencia, sino que más bien equilibra o complementa la orientación consciente. En los sueños, por ejemplo, el inconsciente suministra todos aquellos contenidos constelados por la situación consciente, pero inhibidos por la selección consciente, aunque sería indispensable conocerlos para lograr una completa adaptación.”

Así, aquello de lo cual no nos percatamos por focalizar la conciencia acentuando sólo ciertos aspectos de nuestra realidad interior o interior, en desmedro de otros (unilateralidad de la conciencia) comienza a obrar desde el inconsciente, buscando expresarse de algún modo que se nos haga evidente, a fin de compensar esa situación de desequilibrio. ¿No es esto un acto inteligente que no depende de nosotros, sino de ese Inconsciente VIVO, autónomo, sagaz? Este mecanismo actuará a través de sueños, fantasías, síntomas, hechos sincrónicos, o bien podemos intencionalmente darles lugar a esos contenidos del inconsciente para que se expresen ante la propia percatación, como sería al aplicar las técnicas de Imaginación Activa, en cualquiera de sus formas.

Cuando se acentúa la unilateralidad de la conciencia, desoyéndose las voces del inconsciente, se produciría una neurosis, -señal de desacuerdo interior-, por lo cual tratar de percibir y asimilar los contenidos inconscientes daría la posibilidad de restablecer la compensación. (Jung define la asimilación con las siguientes palabras: “...es la aproximación de un nuevo contenido de la conciencia a un material subjetivo ya constelado [activado]. Fundamentalmente, es un proceso de apercepción, pero se distingue de la apercepción por este elemento de aproximación al material subjetivo.” )

El contactar voluntariamente con esos factores que obran desde la mente profunda y que, al ser desoídos, generan conflicto, brinda la posibilidad de que la corrección de la conducta consciente se dé con nuestra participación intencional. En este sentido, las técnicas de acceso directo al inconsciente permitirían, por un lado, dialogar con esos con-tenidos que quieren hacerse oír, y, por otro, movilizar las energías capturadas por el conflicto, en lo cual este tipo de prácticas parece obrar como catalizador o acelerador de los procesos de elaboración, activando la mencionada función trascendente.

El hecho de que este proceso se dé con nuestra participación intencional, hace que el mismo sea más provechoso y armónico. Al respecto de esta colaboración voluntaria con lo que Jung llamó el proceso de individuación (proceso por el cual vamos convirtiéndonos en el que realmente somos, contactándonos con nuestro núcleo del Sí Mismo), Jung señala: “Si lo hace de un modo deliberado y consciente, evita las secuelas dañosas de una individuación reprimida [...] no tiene ya que hacer la experiencia de que le sobrevenga contra su voluntad y en forma negativa. Esto es como decir que si uno debe necesariamente bajar a un pozo profundo, hará mejor en acometer la empresa con todas las medidas precautorias, y no dejar que llegue el momento en que se precipite de espaldas por el agujero.”

Y también encontramos: “En beneficio de la estabilidad mental y aun de la salud fisiológica, el inconsciente y la conciencia debe estar integralmente conectados y, por tanto, moverse en líneas paralelas. Si están separados o ‘disociados’, se derivará alteración psicológica.”



El diálogo con el Inconsciente:

Jung, entre sus técnicas de Imaginación Activa o Meditación Visionaria, propone dialogar con el propio inconsciente, para poder captar sus contenidos. Particularmente sugiere personificar los arque-tipos como si fueran una personalidad autónoma, y hacerles preguntas prestando atención a las respuestas. Refiere Sharp al respecto un texto de Jung donde especifica: “Esto es de hecho una técnica... Su arte sólo consiste en permitir que nuestra compañera invisible [en este caso se refiere a un diálogo con el ánima] sea oída, en poner el mecanismo de expresión momentáneamente a su disposición, sin dejarnos vencer por el fastidio que naturalmente sentimos al jugar con nosotros mismos un juego aparentemente tan ridículo, o por dudar acerca de la autenticidad de la voz de nuestra interlocutora.”

Respecto de recibir material del inconsciente colectivo, también Jung propone la técnica del diálogo con los arquetipos: “Como los arquetipos son, al igual que todos los contenidos numinosos, relativamente autónomos, no pueden ser integrados en forma simplemente racional, sino que requieren un método dialéctico, es decir, una verdadera discusión. A menudo el paciente desarrolla esta discusión en forma de diálogo, con lo cual realiza sin saberlo la definición alquimista de la meditación como “colloquium cum suo angelo bono”, como coloquio interno con su ángel bueno. Por regla general este proceso tiene su desarrollo dramático con muchas peripecias. Lo expresan o lo acompañan símbolos oníricos, que son afines a esas représentations collectives, que desde siempre han representado procesos psíquicos de transformación en forma de temas mitológicos.”

Y también: “Cada relación con el arquetipo, ya sea vivida o meramente afirmada, es ‘conmovedora’, actúa; porque desata en nosotros una voz más fuerte que la nuestra. Quien habla con imágenes primigenias, habla como si lo hiciese con mil voces, conmueve, domina, y al mismo tiempo eleva aquello que designa de lo único y perecedero a la esfera del ser perenne, eleva el destino personal a destino de la humanidad, y a través de ello libera también en nosotros todas esas fuerzas adyuvantes que han permitido siempre a la humanidad salvarse de todo peligro y sobrevivir a la más larga noche.”

Personalmente me resulta fascinante sondear esa capacidad de respuesta que tiene el inconsciente. Al mostrarse uno interiormente disponible y agradecido de la guía que puede ofrecernos. Tal como en el trato con las personas, observo que cuando confiamos en nuestro Inconsciente y lo estimulamos al diálogo, la mayoría de las veces responde noblemente dándonos lo mejor de sí.

Podríamos citar en palabras de Jung: “Tratar con la posición contrapuesta es un asunto serio, del cual a menudo dependen muchas cosas. Tomar al otro lado seriamente es un prerrequisito esencial del proceso, ya que solamente de esta manera los factores reguladores ejercen una influencia en nuestras acciones. Tomarlo en serio no quiere decir tomarlo literalmente, quiere decir dar crédito al inconsciente, de manera que tenga una oportunidad de cooperación con la consciencia en lugar de molestarla automáticamente. De esta manera, al tratar con el inconsciente, no solamente se justifica el punto de vista del Yo, sino que se le otorga la misma autoridad al inconsciente. El Yo ejerce el liderazgo, pero también se le permite al inconsciente tener su voz: que la otra parte sea también escuchada.”

Al dialogar con nuestro inconsciente, estamos invitando a que se manifieste esa función trascendente de la que Jung nos hablara, definiéndola como una función psíquica que surge de la tensión entre la conciencia y el inconsciente, y que mantiene su unión. Dice Jung: “La actividad de lanzadera en uno y otro sentido de argumentos y afectos representa la función trascendente de opuestos. La confrontación de las dos posiciones genera una tensión cargada de energía y crea una tercera cosa, viva, -no un quieto nacimiento lógico en concordancia con el principio tertium non datur, sino un movimiento que sale de la suspensión entre opuestos, un nacimiento vivo que conduce a un nuevo nivel en el existir, a una nueva situación. La función trascendente se manifiesta ella misma como una cualidad de los opuestos conjuntados. Mientras estos se mantengan apartados -naturalmente con el propósito de evitar el conflicto- no funcionan y permanecen inertes.”

Esta confrontación con los contenidos del inconsciente nos vuelve personas más completas, más sabias, capaces de contar con los propios recursos internos. Y al respecto, cerraría este tema citando nuevamente palabras de Jung que tal vez lo expresen mejor de lo que podría yo hacerlo: “A medida que el proceso de convenir con la posición contraria tiene un carácter total, nada es excluido. Cualquier cosa toma parte en la discusión, aún cuando sólo resulten conscientes unos fragmentos. La conciencia se ensancha continuamente en la confrontación con los contenidos previamente inconscientes, o -para ser más precisos-, podría ensancharse si se toma la molestia de integrarlos. Naturalmente no es éste siempre el caso. Aún cuando exista suficiente inteligencia para entender el procedimiento, pueden faltar todavía valor y confianza propia, o uno es demasiado perezoso, mental y moralmente, o demasiado cobarde para realizar un esfuerzo. Pero cuando existen las premisas necesarias, la función trascendente no sólo representa una adición favorable al tratamiento psicoterapéutico, sino que proporciona al paciente la ventaja inestimable de asistir al analista en base a sus propios recursos, y de romper una dependencia que a menudo es sentida como humillante. Es un camino de alcanzar liberación por los propios esfuerzos de uno mismo y de encontrar el valor de ser uno mismo.”

Y, finalmente: “Nuestro interés por lo inconsciente se ha convertido para nosotros en un problema vital. Nos va en ello nuestro ser o no-ser espiritual. Todos los que han pasado por la experiencia que aparece en los sueños que hemos mencionado, saben que el tesoro descansa en la profundidad del agua e intentarán sacarlo a la luz. Para no olvidar nunca quiénes son, no deben perder su conciencia en ninguna circunstancia. Mantendrán firme su situación sobre la tierra; se convertirán de ese modo -siguiendo con la comparación- en pescadores, que apresan con red y anzuelo lo que nada en el agua. Si hay tontos bien o mal intencionados que no comprenden qué hacen los pescadores, éstos sin embargo no caen en ninguna confusión respecto del sentido de su obrar, pues el símbolo de su oficio es muchos siglos más viejo que la historia todavía lozana del santo Grial. Pero no todo el mundo es pescador.”

Bibliografía de referencia:

  • Daryl Sharp: “Lexicón Junguiano”. Editorial Cuatro Vientos, Chile, 1994.
  • C. G. Jung: “Psicología y religión”. Editorial Paidós, Buenos Aires, 1994.
  • C. G. Jung: “Arquetipos e inconsciente colectivo”. Editorial Paidós, Buenos Aires, 1994.
  • C. G. Jung: “Lo inconsciente”. Editorial Losada, Buenos Aires, 1996.
  • C. G. Jung: “Estructura y dinámica de la psique”. Editorial Paidós, Buenos Aires, 1993.
  • C. G. Jung: “Tipos psicológicos”. Editorial Sudamericana, Buenos Aires, 1954
  • C. G. Jung y otros: “El hombre y sus símbolos”. Ed. Biblioteca Universal Contemporánea, Barcelona, 1984.
  • C. G. Jung: “Aion”. Editorial Paidós, Buenos Aires, 1992.
  • Jolande Jacobi: “La Psicología de C. G. Jung”. Editorial Espasa-Calpe, Madrid, 1976.
  • C. G. Jung: “Recuerdos, sueños, pensamientos”. Editorial Seix Barral, Barcelona, 1986.
  • Aniela Jaffé: “El mito del sentido en la obra de C. G. Jung”. Editorial Mirach, Madrid, 1995.
  • C. G. Jung: “Dos ensayos de Psicología Analítica”. Ed. H. Read. Princeton University Press, Princeton, 1953-1979.
  • C. G. Jung: “Problemas psíquicos del mundo actual”. Montes Avila Editores, Caracas, 1930.
  • C. G. Jung: “La función trascendente”. Nro. 2 de la Revista de Psicología Analítica, S.E.P.A., abril 1992.
  • C. G. Jung: “Mysterium Conjunctionis”. Editorial Albin Michel, París, 1980.
  • C. G. Jung: “Energética psíquica y esencia del sueño”. Editorial Paidós, Buenos Aires, 1995.
  • Paloma Muñoz Vázquez: “Ser uno mismo: introducción a la Psicología Analítica Junguiana”. Editorial Paidós, Buenos Aires, 2001.


Ilustraciones:

Los dibujos que ilustran este texto son obras del mismo Jung, publicadas en su “Libro rojo”, recién publicado en 2010, y próximo a aparecer en castellano. Su intención no es meramente plástica, sino el intento de “dejar hacer” al Inconsciente, ofreciéndose disponible para que diga lo que necesite decir. Esto es parte de lo que Jung no sólo ejercía consigo mismo, sino que animaba a hacer a sus pacientes, para que pintaran dibujos y mandalas. Una vía de exploración fascinante…



Sobre la autora:

La Lic. Virginia Gawel es Psicóloga terapeuta, docente y escritora, especializada en la integración de las Psicologías de Oriente y Occidente. Es Directora del Centro Transpersonal de Buenos Aires, y formadora internacional en este paradigma. Estudió el modelo junguiano con la Dra. Paloma Muñoz Vázquez, de la Universidad Complutense de Madrid (miembro de la Fundación Carl Gustav Jung de España, uno de cuyos objetivos prioritarios está siendo la edición de la Obra Completa de Jung en castellano). Para conocer otros escritos de su autoría visitar su sitio web www.centrotranspersonal.com.ar




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