"JUEGO Y 'JUEGO DE ARENA' "

Louis H. Stewart Jr.

Analista Junguiano, Profesor de Psicología, San Francisco State University. Atiende consulta particular en Berkeley, California, Estados Unidos. El presente documento es una traducción del Capítulo 3 de la clásica obra del Juego de la Caja de Arena Sandplay Studies: Origins, Theory and Practice, editada en el año 1981 por el C.G. Jung Institute of San Francisco. En este libro participaron varios especialistas en esta técnica, entre otros Louis Stewart.



I

INTRODUCCIÓN



El juego de arena como vehículo de la psicoterapia y del análisis Junguiano está enraizado en el juego simbólico de los niños, y puede ser entendido como una expresión del arquetipo del niño. En sus orígenes, como la técnica del mundo de Lowenfeld, fue naturalmente clasificada como una terapia de juego y encontró un nicho seguro y un amplio reconocimiento dentro de los psicoterapeutas. Como juego de arena (Sandspiel de Dora Kalff), el nombre es generalmente conocido entre los psicoterapeutas y analistas Junguianos de todas las tendencias y ocupa un lugar especial como paradigma de lo que Jung calificó como “imaginación activa”, una actividad que facilita el proceso de individuación. Visto desde una perspectiva histórica, en su evolución en el siglo pasado, desde su incipiente comienzo en Floor games (1911) de H. G. Wells, hasta lo que Margaret Lowenfeld llamó “la técnica del mundo” (Lowenfeld, 1935) y desde allí hasta Sandspiel (1966) de Dora Kalff, el juego con la caja de arena refleja la presencia misteriosa del Eterno Niño que juega sus juegos arquetípicos y, lenta pero seguramente, trae a la consciencia nuevas comprensiones del niño interior y del arquetipo infantil.

Es evidente que el juego de arena no es el único indicio de esta revolución en la consciencia moderna. La proclamación del Año Internacional del Niño por la UNESCO, ha pasado a la historia y ahora pueden escribirse libros enteros sobre la historia de la niñez (Aries, 1962; deMause, 1974). Pero el juego con arena, por su propia naturaleza, debido a que “no es más que”, el juego normal y simbólico de los niños, proporciona una mera “cultura” de la observación y coloca al psicoterapeuta en una posición privilegiada y única como observador participante.

Este importante desarrollo amerita estudios muy serios, pero aquí nos vamos a limitar a estudiar a lo que podamos aprender del juego con caja de arena en sí mismo. En primer lugar, consideremos su esencia material, la materia prima, la fuente de su poder para evocar el juego y la imaginación creativa. Luego vamos a recapitular muy brevemente la trayectoria el curso migratorio que ha seguido el juego de arena desde su hábitat natural en los patios y algunos terrenos vacíos en los hogares y las clínicas y ahora en los consultorios de los analistas Junguianos, en donde se ha instalado recientemente. Esto nos lleva a considerar los escritos de C. G. Jung acerca de la función del juego en la vida y en la psicoterapia porque como vamos a ver, en la fase final de su recorrido el juego de arena alcanzó a llegar hasta los umbrales de lo junguiano. Y es que parece como si el mismo Jung hubiera prefigurado el juego de arena en el curso de la mitad de su vida, en “la confrontación con el inconsciente” que él relatara en sus memorias (Jung, 1961, pp. 170-99), y a través de la cual pudo descubrir el rol del juego y la imaginación activa en el proceso de individuación.

II

LA MATERIA PRIMA



El juego de arena es uno de esos fenómenos cuya verdadera naturaleza y propósito son completamente transparentes en su esencia. La combinación de arena y juguetes en miniatura yuxtapone elementos naturales que forman parte de los ingredientes básicos del juego de los niños. Los niños, donde quiera que estén, siempre han buscado espontáneamente su suelo nativo y la miniaturización del mundo que los rodea, como herramientas fundamentales con las cuales moldear el temprano moldeamiento indispensable de su suelo interior, la base de su existencia y la estructuración del mundo interno de su imaginación. La efectividad del juego de arena en los salones de juego de las clínicas y de los consultorios de psicoterapeutas y analistas descansa precisamente en el hecho de que éste representa los elementos arquetípicos del juego espontáneo de los niños, o de lo que Jung llamó la tercera modalidad de la psique, la materia y el espíritu (Jung, 1972, par. 251).

En los siguientes ejemplos, podremos ver cuan serio es el asunto del juego para los niños, un hecho que con frecuencia eludimos a menos que podamos recuperar nuestros tempranos recuerdos acerca de las excavaciones a la China, la hechura de pasteles de barro o la reconstrucción en réplica del mundo. Antes que nada, escuchemos a niños de cuatro años que juegan en el patio de una guardería en Nueva York:

Chris: ¡Yo odio las mujeres!
Profesora: ¿Por qué dices eso, Chris?
Chris: Porque cuando tú te casas con ellas, tienes que hacerte la prueba de sangre.
Profesora: ¿Qué más piensas acerca de las mujeres, Chris?
Chris: ¡Yo creo que ellas están chifladas! Yo me voy a casar con una princesa…. Porque ellas son mejores -son más bonitas.
Jim: Sí, por que ellas tienen joyas y oro- ¡y tienen coronas!
Olivia (viniendo hacia los chicos): ¿Qué están haciendo?
Jim y Chris: Estamos excavando y buscando princesas.
….
Jim: Sí, tú no las encuentras en Nueva York. Estamos excavando nuestra propia ruta para encontrar alguna.
Chris: Bueno, tú no tienes que casarte con una común y corriente. Primero, tú tienes que salvar una. Las princesas se enamoran de los príncipes.
….
Chris: (corriendo alrededor del hueco que había cavado): ¡Romance! (corriendo en círculo otra vez). ¡Princesas! (corriendo en círculo por tercera vez). ¡Joyas! ¡Vamos a buscar esas princesas!
Jim: No, nosotros realmente no las queremos. Para eso tenemos que esperar hasta crecer.
Chris: ¡Sí, hasta los veintiún años!
Jim: Sí.
Chris: Y entonces podremos comprar un verdadero taladro, una pala y una pica.
Jim: Y un carro –y una de esas cosas que hacen rrr-rrr-rrr.
Profesora: ¿Tú quieres decir un taladro neumático?
Jim: Sí. (pp. 22-23)

Y ahora nos remontamos a los campos abiertos de una lejana aldea de gente de la edad de piedra al Oeste de Nueva Guinea, recientemente descubierta y no visitada por extranjeros sino hasta 1954. Los ejemplos son tomados de un reporte de una expedición antropológica a la aldea en 1961 (Matthiessen, 1969).

Aloka, el del ojo único, se había retirado a la colina antes de que el funeral hubiese terminado. Allí, sobre la loma cubierta de césped, y cantando para sí mismo, el niño construyó un juguete sili [una casa amurallada] con ramitas y pasto, la completó con un camino de entrada y una cerca. El niño se agachó sobre ésta, satisfecho, mirando y acariciando lo que había realizado… [y otro niño, Tukum], que se había alejado de los otros chicos… subió a una colina donde... solo consigo mismo, cavó una amplia y profunda madriguera, en un terraplén. Dentro de ésta colocó un hongo en forma de oreja que había encontrado cerca. Lo rellenó de la tierra, después de hojas de hipérico, hierba… después más tierra, después más hojas… y así hasta que la madriguera estuvo llena. Al hongo lo llamó mokaf-asuk o la oreja fantasma, y su idea era que el mokaf-asuk escucharía el regreso de su padre, que está muerto... Hasta donde se conoce, la ceremonia de mokaf-asuk no se realiza y de hecho es desconocida por todos los Akuni, con excepción de Tukum.

Ambos ejemplos son testigos de la universalidad y la intemporalidad de esta clase de juego en la niñez. Más aún, el último ejemplo nos trae a la memoria un evento similar en la vida de Jung, el cual él mismo describió en sus memorias (Jung, 1961):

La desunión conmigo mismo y mi incertidumbre frente al mundo, a la larga me condujeron a una acción que en ese momento, fue bastante incomprensible para mí. En aquel entonces, yo tenía una caja de colores amarilla y barnizada, de aquellas que comúnmente utilizan los niños de escuela primaria, con una pequeña cerradura y la acostumbrada reglita. Tallé, en la punta de la regla, un pequeño maniquí, de más o menos dos pulgadas de largo, con su saco, su sombrero de copa y unas botas negras muy brillantes. Lo pinté con tinta negra, lo aserré de la regla y lo puse dentro de la caja de colores en la que le hice una camita. Incluso le fabriqué un abrigo de un pedazo de lana. En la caja además coloqué una piedra oblongada, lisa y negruzca del Rhin, que había pintado con acuarela para que pareciera dividida en dos partes, una superior y otra inferior; por mucho tiempo la cargué en el bolsillo del pantalón; esta era su piedra. Todo esto era un gran secreto. Secretamente llevé la caja de lápices al ático de acceso prohibido en la parte alta de la casa (prohibido por que las tablas del piso estaban carcomidas y podridas), la escondí con mucha satisfacción en una de las vigas del techo -para que nadie nunca la pudiera ver!... Me sentía seguro y el sentimiento tormentoso de encontrarme mal conmigo mismo, desapareció. En todas las situaciones difíciles, cuando había hecho algo malo, o me habían herido los sentimientos, o cuando me oprimía la irritabilidad de mi padre o la impotencia de mi madre, siempre pensaba en aquella figurita cuidadosamente acostada y envuelta, y en su piedra lisa y hermosamente coloreada. De cuando en cuando -usualmente a intervalos en la semana- en secreto subía al ático, cuando estaba seguro de que nadie me pudiera ver. Entonces, trepaba a la viga, abría la caja y contemplaba al hombrecito y su piedra. Cada vez que hacía esto, colocaba en la caja de lápices un pequeño pergamino de papel, en el cual había escrito previamente, durante las horas de clase, en un lenguaje secreto de mi propia invención. La incorporación de nuevos pergaminos tuvo siempre el carácter de un solemne ceremonial. (p. 21)

Esta clase de juego difícilmente puede ser llamado “juego”, es claramente ritual y tiene cierto dejo de religiosidad. En tal “juego” los niños están respondiendo a los remotos impulsos que movieron al hombre en tiempos inmemorables a buscar comunicación con el espíritu del mundo, con el reino de los ancestros. Tarde ya en su vida, Jung (1961) decía acerca de su ritual en la infancia:

El significado de estas acciones o como las podría explicar, nunca me preocuparon. Yo me contentaba con el sentimiento de haber ganado una renovada seguridad y la satisfacción de poseer algo que nadie podría alcanzar… era un secreto inviolable el cual nunca podría ser traicionado, pues la seguridad de mi vida dependía de ello. Por qué esto era así, es algo que nunca me pregunté. Era simplemente así… El episodio con el maniquí era el clímax y el cierre de mi infancia. Duró alrededor de un año. Luego me olvidé completamente del asunto hasta que cumplí treinta y cinco años. Entonces, este fragmento de memoria surgió nuevamente de las nieblas de la infancia con prístina claridad. Mientras estaba realizando los estudios preliminares para mi libro Wandlungen und Symbole der Libido, leí acerca de la escondida de piedras espirituales cerca de Arlesheim, y de los churingas australianos. Repentinamente descubrí que yo tenía una imagen muy definida de dicha piedra, aun cuando nunca había visto ninguna reproducción. Era oblongada, negra y pintada en mitades superior e inferior. Esta imagen iba asociada a la caja de colores y al muñeco. El maniquí era un pequeño dios vestido, de mundos antiguos, un Telésforo, tal como aparece en los monumentos de Asclepios y a quien le lee un pergamino. Junto con la recolección de este material, por primera vez tuve la convicción de que hay componentes psíquicos arcaicos que entran en la psique individual sin que esto guarde ninguna relación directa con la tradición (pp. 22-23).

Más tarde Jung (1961) vendría a entender la pequeña figurita como

…un kabir, envuelto en su pequeño ropaje, escondido en la kista y provisto de una fuerza vital adicional, la piedra negra oblongada. Pero éstas son asociaciones que se me aclararon mucho después en mi vida. Cuando era un niño yo realizaba este ritual justamente como había visto que era realizado por los nativos de África; ellos primero actúan pero no saben lo que están haciendo. Sólo mucho después es que ellos reflexionaban sobre lo que habían hecho (p. 23).

En estos ejemplos podemos reconocer la diferencia entre el juego per se y algo más que sólo puede ser llamado imaginación creativa o, en el término técnico de Jung por su función en el proceso de individuación, la imaginación activa. Algo más de gran importancia es también evidente en estos ejemplos. Como lo hemos visto, el niño, sin preguntas y sin duda, simplemente procede a realizar el juego como se le va ocurriendo. Podemos ver que hay una colaboración entre las imágenes de fantasías inconscientes y la consciencia del ego del niño. Pero también es claro que la dirección del proceso la tienen las imágenes inconscientes. Esta distinción entre la relación de las fantasías inconscientes y la consciencia del yo en la imaginación activa fue algo sobre lo que Jung reflexionó por muchos años. Su opinión más elaborada sobre el proceso como ocurre en los adultos, está expresada como sigue (Jung, 1972):

… El árbitro decisivo del patrón es un oscuro impulso, un inconsciente a priori que se precipita en una forma plástica y uno no tendría indicios de que la consciencia de otra persona está siendo guiada por estos mismos principios, en el mismo punto en el que uno se siente totalmente expuesto a la subjetividad sin límites de los caprichos del azar. A lo largo de todo el proceso parece reinar un oscuro conocimiento previo no sólo del patrón sino de su sentido. La imagen y el significado son idénticos y así como el primero toma forma, el segundo se torna claro. Realmente, el patrón no necesita interpretación: él refleja su propio significado. Hay casos donde yo puedo dejar que la interpretación cuente como un requerimiento terapéutico. (p. 402).

Entonces, podemos decir que el juego simbólico, para el niño, es una analogía directa de la imaginación activa y que, como una actividad espontánea, sirve a los propósitos de la individuación en la niñez. Es decir, el desarrollo psicológico del niño, el cual se encuentra por supuesto bajo el objetivo primordial de “crecimiento”, se logra esencialmente a través del funcionamiento normal del juego y la imaginación. Desde esta perspectiva, podemos decir que el juego es un principio ordenador en la vida. Tiene orígenes pre-humanos, antiguos y pertenece a la herencia primordial de la psique la cual incluye las emociones y las funciones arquetípicas reguladoras de la psique.


III

DEL JUEGO AL 'JUEGO DE ARENA'



En sus primeros orígenes, como vehículo de la psicoterapia y del análisis Junguiano, el juego con arena puede ser descrito, en primer lugar, como un padre juguetón y sus dos pequeños hijos que juegan por horas con figuras en miniaturas, ladrillos y otra diversidad de materiales comunes y corrientes, para crear emocionantes juegos en el piso de su casa. El mencionado autor H.G. Wells era el padre juguetón y circunstancialmente escribió su libro Floor Games describiendo las delicias de estos juegos para la instrucción de otros padres y como un estímulo para la fabricación de juguetes adecuados para los niños.

Pero Wells tenia una perspectiva más amplia coherente con sus objetivos generales de aguijonear a la humanidad hacia propósitos más imaginativos para la vida futura (Wells 1911/1975): “Sobre el piso puede ser realizada una infinidad de juegos imaginativos, no sólo manteniendo a los niños y niñas felices por muchos días, sino construyendo un marco de referencia del espacio e inspirando ideas para ellos en su vida posterior. Los hombres del mañana obtendrán fortaleza de los pisos de las guarderías (p.10). Y protestando contra de la inadecuación de los fabricantes de juguetes:

…Vemos gente rica, gente rica que se baja de sus automóviles, gente rica que está por encima de sueños de avaricia, van a las tiendas de juguetes y compran estos limitadas, horribles y ridículas pseudo cajas de ladrillos, porque no saben qué pedir y los almacenes de juguetes son precisamente despiadados mercenarios y enemigos de la juventud y de la felicidad – esto en cuanto a ladrillos se refiere. Sus desafortunados y poco supervisados hijos hacen desorden con estos regalos, no hacen mucho con ellos y los dejan a un lado; luego se pueden ver las consecuencias de esto en la vida futura, en la endeble concepción de villas y ridículos suburbios que la gente ha construido alrededor de las grandes ciudades. (pp. 20-21)

Y cuando Wells habla acerca de los juguetes, escuchamos la misma insatisfacción que cada terapeuta del juego con arena todavía experimenta hoy:

…Queremos desesperadamente buenos ciudadanos. Una vez encontramos en una tienda una caja de ciudadanos Germanos, de la talla precisa pero más bien pesados, cada uno costando cerca de cinco centavos (lo cual es demasiado costoso), los hombres con vestidos de paño, cargando maletas, un hombre con sombrero de copa, mujeres de gris y blanco, dos niños y un perro, etc., pero nunca hemos podido hallar algo más. Parecería que no los fabrican en absoluto –¿podrían los fabricantes de juguetes tomar nota de eso, por favor? Ahora escribo como si fuera el Cónsul General de Juguetelandia, observando nuevas oportunidades para comerciar. Como consecuencia de esta escasez, nuestro pequeño mundo sufre de una exagerada maldición de militarismo tanto que incluso el tendero usa charreteras... Yo deseo evidentemente, que podamos comprar cajas llenas de comerciantes: un carnicero de color azul, un panadero blanco con un pan común, un mercader, etc.; cajas de servidumbre, cajas de agentes de tráfico, colecciones interesantes y así por el estilo… Nos contentaríamos con un juez y abogados, o una caja de sacristanes. (pp. 25-27)

En conclusión, modestamente él asevera: “…solamente he intentado contar el simple placer de jugar en el piso y burlarme constructiva y útilmente de los fabricantes de juguetes. Aún más, pienso que lo he hecho. Si un padre o un tío me compra un sabio a mi, no habré vivido en vano” (p.94.

De lo anterior resulta evidente que Wells en su doble concepción de la diversión que el padre obtiene de los juegos imaginativos con sus hijos, y de la influencia benéfica de dicho juego en los futuros ciudadanos y sus creaciones, tenía una idea muy bien formada de lo que es el rol del juego en la niñez. Más aún, en su entusiasmo por los juegos que tenía con sus hijos, es evidente que el espíritu del juego estaba vivo en él. En el verdadero sentido de la palabra, su librito especial debe sus orígenes a la presencia viva del “niño eterno”.

Leído por Margaret Lowenfeld cuando estaba joven, el libro de Wells le dejó una perdurable impresión y luego, cuando muchos años después pasó de la pediatría a establecer su Instituto de Psicología Infantil en Londres, se le ocurrió ofrecer estos materiales para los niños. Entonces, de la manera natural y espontánea en la cual se revela la cualidad de un genio, hizo fabricar unas bandejas con poca profundidad donde la arena y el agua estaban fácilmente asequibles. Los niños los tomaban de allí y encontraban a la mano las herramientas básicas de su creativa vida creativa. Lowenfeld anota que los niños en su clínica llegaron a llamar a la caja de juegos el “mundo” y que pronto, espontáneamente ellos combinaban los juguetes y las areneras. Por ello, puede ser dicho con toda seriedad, que los niños han sido responsables de la creación de esta técnica. Sin embargo, lo que se requería para que se convirtiera en un vehículo de la psicoterapia era la presencia viva del “niño eterno” en dos adultos creativos, H. G. Wells y Margaret Lowenfeld.

No obstante, desde otra perspectiva, pareciera que los niños no crearon tanto la técnica de los mundos, como lo ha sugerido Margaret Lowenfeld, sino que re-iniciaron a los adultos en su manera de juego simbólico. En esta interpretación podríamos comenzar de nuestra observación de que los niños, muy por su cuenta, siempre y en todo lugar, han jugado de esta forma y con los mismos materiales, la madre tierra y los juguetes de Dionisos. Y esto es así simplemente debido a la naturaleza de la niñez y a la naturaleza del juego, los cuales como aspectos dinámicos de la fantasía, continuamente sirven para equilibrar las percepciones mitológicas del mundo interno del niño con el mundo externo de su cotidianidad.

La siguiente etapa en el transcurrir del juego con arena nos lleva a Dora Kalff, cuya adaptación de la técnica del mundo como Sandspiel fue el catalizador para la expansión de su uso, entre los psicoterapeutas y analistas de enfoque junguiano. A través de su entusiasmo personal y de sus generosos esfuerzos para introducir a otros al juego con arena, Kalff generó ella sola una comunidad de terapeutas del juego con arena en los Estados Unidos y otros lugares. Probablemente hay muchas razones individuales por las cuales el juego con arena interesa a los analistas junguianos, pero un común denominador seguramente se encuentra en el hecho de que el juego de arena proporciona un espejo natural de las teorías de C. G. Jung. Dora Kalff relata como en su experiencia ella ha encontrado analogías con el proceso de individuación de Jung, en su trabajo con niños y adolescentes (Kalff, 1971, p.12). Por supuesto no es un accidente que el juego de arena sea un vehículo natural para la confirmación de las teorías de Jung puesto que, como hemos visto, Jung mismo prefiguró el juego de arena.

IV

JUEGO E IMAGINACIÓN ACTIVA


Segundo en importancia, tal vez a su conceptualización del inconsciente colectivo, fue el descubrimiento de C. G. Jung del juego como un aspecto dinámico de la fantasía, proporcionando la función de equilibro entre la conciencia y la inconsciencia. Como lo formulara inicialmente en 1921 en Tipos Psicológicos (Jung, 1971), Jung alaba el principio de la fantasía:

…Nosotros sabemos que toda buena idea y todo trabajo creativo son los hijos de la imaginación y tienen su fuente en lo que uno se complace en llamar fantasía infantil. No sólo el artista sino cualquier individuo creativo, debe absolutamente todo lo que es grandioso en su vida a la fantasía. El principio dinámico de la fantasía es jugar, una característica también del niño y que, tal como aparece, es contradictorio con el principio del trabajo serio. Pero sin este jugar con la fantasía ningún trabajo creativo hubiera llegado a nacer. La deuda que nosotros tenemos con el juego de imaginación es incalculable. (p.93)

Este elogio de la fantasía y el juego puede ser entendido completamente, sólo a la luz de las memorias de Jung (Jung, 1961), en las cuales por primera vez reveló públicamente la fuente personal de su convicción en cuanto a los méritos de la fantasía y el juego. Allí describió en conmovedores términos, el malestar espiritual que había seguido a su “despedida definitiva de Freud”. El estado de desorientación en el cual se encontró, lo llevó al reconocimiento del problema que sus estudios de mitología habían representado para él: la perturbadora comprensión de que un mito para el cual vivir (p.170). Buscó alivio en el análisis de sus sueños y a través de un nuevo examen de su vida entera, con énfasis en sus primeros recuerdos y su niñez, pero fue en vano. Al final, sin una solución consciente a mano, decidió hacer aquello que parecía serle sugerido por su inconsciente:

La primera cosa que emergió a la superficie fue un recuerdo de mi niñez, quizá de los diez u once años. En ese tiempo, yo tuve un período de juego apasionado con bloques de construcción. Claramente recordaba como construía pequeñas casas y castillos utilizando botellas para formar los lados de los portones y de los sótanos. Algo más tarde, había utilizado piedras comunes con barro para amalgamar… Para mi asombro, este recuerdo estaba acompañado de una gran emoción…El pequeño niño todavía está aquí y posee una vida creativa de la que carezco. (p. 173-4)

Jung decidió entonces que la única solución para su malestar era tratar de recobrar la vida creativa que había tenido cuando niño y que su memoria le sugería que aún estaba viva. Pero, ¿cómo retornar a ese niño, como volver a ser niño? Su solución fue hacer lo que ese niño había hecho, jugar, más aún, jugar exactamente lo que recordaba que el niño había jugado, un juego de “construcción de casas, castillos, una aldea completa”. De manera que jugó a orillas del lago cerca de su casa por un tiempo, hasta que llegó al altar de su iglesia, lo que le dio un respiro. La iglesia era,

…un edificio cuadrado con una torre hexagonal arriba de éste y con una cúpula. Una iglesia requiere también un altar, pero yo dudé en construirlo. Preocupado con la cuestión de cómo podría aproximarme a esta tarea, estaba caminando por el lago como cualquier día, recogiendo piedras de la arena sobre la orilla. De repente vi una piedra roja, una pirámide de cuatro lados, de cerca de una pulgada y media de largo. Era un fragmento de piedra el cual había sido pulido en esta forma por la acción del agua -un simple producto del azar. Lo supe al momento: ¡este era el altar! La coloqué en la mitad, debajo de la cúpula y en tanto yo hacía esto, recordé el falo subterráneo de mi sueño de niñez. Esta conexión me dio un sentimiento de satisfacción. (p. 174)

Qué tan significativo era este recuerdo para Jung, sólo puede ser entendido en referencia a las experiencias de su primera niñez, las cuales están relatadas en el primer capitulo de sus memorias. Allí uno aprende que tal vez la experiencia mas importante de su niñez fue ese sueño de “el dios ctónico” (el falo subterráneo), al cual en retrospectiva, él atribuyó los primeros comienzos de su vida intelectual. Animado por la satisfacción del recuerdo del sueño, Jung continúo con su juego de construcción todos los días, al medio día y en la tarde. En el curso de este juego, empezó a adquirir un nuevo entendimiento de cual era su propósito (1961):

Mis pensamientos se aclararon y fui capaz de comprender las fantasías cuya presencia en mí mismo sentía no muy claramente.
Naturalmente, yo pensaba acerca del significado de lo que estaba haciendo y me preguntaba: “Ahora realmente, ¿en qué estás? Estás construyendo un pequeño pueblo y lo estás haciendo como si eso fuera un rito”. Yo no tenía una respuesta a mi pregunta, sólo tenía la certeza interna de que estaba en camino de descubrir mi propio mito. El juego de construcción era sólo el comienzo. Desencadenó un torrente de fantasías que más tarde anoté cuidadosamente.
Esta clase de cosas han estado constantemente conmigo, y en cualquier momento cuando en mi vida me encontré con una pared en blanco, pintaba un cuadro o tallaba una piedra. Cada experiencia de éstas demostró ser un rite d´entrée para las ideas o trabajos que se me dificultaban. (pp. 174-5)

Lo que Jung había descubierto en sus “juegos de construcción” era que el juego no necesariamente lo deslizaba hacia los recuerdos de la infancia, sino que más bien lo conducía directamente hacia asuntos inacabados de la niñez, representados en su temprano sueño del falo subterráneo. Esto lo conectó de nuevo con el tema que lo había preocupado durante su niñez. Siguiendo ese descubrimiento, como él decía, encontró que el continuar jugando desencadenaba un torrente de fantasías, las cuales religiosamente escribió, algunas veces dibujó y pintó y, siempre buscó comprender.

Pero habría aún más descubrimientos que hacer en este proceso que Jung había puesto en movimiento. Primero que todo, empezó a tener una actitud consciente más “activa” hacia sus fantasías. Y emprendió un esfuerzo concertado para introvertir la libido, esto es, para centrar su atención e interés en el proceso interno y las fantasías que aparecían. En uno de estos intentos, imaginó que estaba cavando un hueco en la grama, un hueco por el cual podía bajar hasta a la tierra, y que lo condujo a nuevos niveles de fantasías inconscientes. Finalmente empezó a entablar un dialogo con las “personalidades” encontradas y esto le llevó a la esencia de su técnica de la imaginación activa.

La importancia de este período en la vida de Jung no puede resaltarse en exceso. Como él lo afirma (1961):

Prácticamente me tomó cuarenta y cinco años, decantar dentro del recipiente de mi trabajo científico las cosas que experimenté y escribí en ese tiempo. Cuando joven, mi objetivo había sido encontrar algo en mi ciencia. Pero entonces, me topé con esta corriente de lava y su fuego dio nueva forma a mi vida. Este fue el asunto primordial que me forzaba a trabajar sobre ello y mis obras son un intento más o menos exitoso de incorporar esta materia incandescente a la visión contemporánea del mundo.
Los años en que yo estaba persiguiendo mis imágenes internas fueron los más importantes de mi vida -en ellos todo lo esencial ya estaba decidido. Todo comenzó allí; los detalles ulteriores son sólo complemento y clarificaciones del material que provenía del inconsciente y que me habían inundado. Esta fue la materia prima para un trabajo de toda la vida. (p.199)

Los primeros frutos de estas labores se encuentran en Tipos Psicológicos (1921/1971), donde Jung elaboró sus teorías de la fantasía y la imaginación en relación con el proceso de individuación. En primer lugar, él presenta su concepción de que la personalidad tiende casi inevitablemente a desarrollarse de un solo lado. Ciertas funciones de la psiquis son favorecidas y tienen un mayor desarrollo que otras. Aquí él se esta refiriendo a las actitudes de introversión y extroversión, y a las cuatro funciones del yo –pensamiento, sentimiento, sensación e intuición-. Las funciones menos desarrolladas permanecen en gran medida inconscientes y en un estado relativamente primitivo y de poco desarrollo, lo cual va en detrimento de la individualidad y de la totalidad. Es necesario recobrar las funciones poco desarrolladas del inconsciente, de tal manera que pueden fortalecerse y desarrollarse a la luz de la conciencia del yo. Para ello se requiere un puente hacia el inconsciente y he aquí que intervienen la fantasía y la imaginación.

Para Jung la fantasía es la actividad específica y autónoma de la psiquis y como cualquier otro proceso vital del organismo es perpetuamente creativa. Más aún la fantasía es en cierto sentido la madre de todas las funciones; por lo tanto la fantasía es tanto pensamiento como sentimiento y tanto sensación como intuición (Jung, 1971):

No hay función psíquica que, a través de la fantasía, no esté inextricablemente ligada a otras funciones de la psiquis…es la madre de todas posibilidades, donde, como todos los opuestos psicológicos, los mundos interno y externo, están reunidos juntos en una unión viviente. La fantasía fue y siempre será la que crea el puente entre las demandas irreconciliables del sujeto y el objeto, introversión y extraversión. Sólo en la fantasía ambos mecanismos están unidos. (p. 78)

Sin embargo, Jung es cuidadoso al hacer una distinción entre la fantasía activa y la fantasía pasiva, por que es la fantasía activa en la que participa la conciencia del yo con las imágenes de la fantasía evocadas desde el inconsciente, y es éste el proceso que Jung más tarde llamaría “imaginación activa”. Esta puede tener lugar de muchas formas: el dibujo, la pintura, los diálogos dramáticos, etc., incluyendo, por supuesto, el juego de arena.

El último descubrimiento que Jung hizo en su largo período de auto-exploración fue que, primero a través de su “juego de construcción” y luego a través de su vinculación activa con las fantasías consteladas, él había puesto en marcha un proceso de desarrollo psicológico. Y su conclusión de su propia experiencia y de la observación de sus pacientes fue que este proceso tenía un objetivo y un propósito (Jung, 1966):

En primer lugar es un proceso simplemente natural, el cual, en muchos casos, puede proseguir su curso sin el conocimiento ó la ayuda del individuo y, algunas veces, se puede lograrse a la fuerza frente a la resistencia. El significado y propósito del proceso es la realización, en todos sus aspectos, de la personalidad originalmente escondida en un estado embrionario; la producción y el desenvolvimiento de la totalidad originaria y potencial. Los símbolos utilizados por el inconsciente para este fin son los mismos que aquellos que la humanidad ha utilizado siempre para expresar la totalidad, la completud y la perfección: símbolos, que como regla general, son la cuaternidad y el círculo. Por estas razones yo he calificado a esto el proceso de individuación. (p. 186)

Resumen y conclusiones

En este sucinto recorrido hemos rastreado el juego de arena hasta sus raíces en el juego simbólico de la niñez. Y hemos visto que el juego simbólico del niño parece servir al proceso de individuación en la niñez, aparentemente como una analogía a la imaginación activa adulta. En cuanto al impulso del juego, sus raíces se encuentran en la remota psique heredada, la cual incluye las emociones y funciones arquetípicas reguladoras. El juego parece haber evolucionado para llenar un vacío ontogenético dejado por la “implosión de los instintos programados”, que anunció la emergencia de las especies mamíferas. Su propósito fundamental parece ser el equilibrio de los estados de ser y convertirse, principalmente durante los estadios de desarrollo de la inmadurez. En los humanos, a través de su doble función de tender un puente entre la conciencia del ego y la inconsciencia y haciendo posible la imaginación creativa, revela un aspecto del “niño eterno” y en últimas una expresión del self. Aquí podemos identificar el significado de la famosa declaración de Schiller acerca del significado del juego. Jung escribe (1975): “La actividad creativa de la imaginación libera al hombre de su sometimiento a la ‘no es más que’, y lo eleva al status de alguien que juega. Como Schiller decía: “el hombre es completamente humano solamente cuando juega” (p.98).

Como una de las muchas técnicas de la imaginación activa, el juego de arena tiene los méritos particulares de, en primer lugar, no requerir habilidades especiales o talentos para el uso de los materiales, y segundo, y lo más importante, que facilita un vínculo directo con el mundo de juego de la niñez. Sin embargo, para el niño en terapia, el juego de arena es simplemente el modo natural de expresión, pues es en el juego simbólico, ni más ni menos, en el que el niño habitualmente se entrega en toda ocasión y, a través del cual son mediatizados, en el curso normal del crecimiento, los dos reinos del ser, el mundo interno de apercepciones arquetípicas y el mundo externo de la realidad cotidiana. Pero, por supuesto, que el niño que es llevado a un tratamiento sufre de conflictos cargados emocionalmente que han bloqueado el desarrollo normal y han inhibido el juego simbólico normal. Se requiere de un entorno especial para revivir el juego espontáneo y para liberar a la imaginación creativa. Esto se logra a través de la presencia reconfortante del terapeuta y de su aceptación incondicional. Juntas estas cosas crean el “espacio libre y protegido” (Kalff, 1971, p.18) en el cual el niño se siente lo suficientemente seguro para sacar sus conflictos en juego con la caja de arena, reestableciendo así la relación normal entre el desarrollo de la conciencia del yo y el inconsciente.

Para los adultos en el análisis Junguiano, el juego de arena puede proveer ese rite d´ entrée que Jung describía. Al jugar como niño otra vez, con toda la seriedad de un niño al jugar, el adulto revive viejos recuerdos, libera fantasías inconscientes y, en el curso del tiempo, constela las imágenes de reconciliación y totalidad del proceso de individuación. La efectividad de la técnica para los adultos se apoya en lo que Jung, con su profunda perspicacia, descubrió: que el mundo fantasioso de la niñez no es un mundo para ser transcendido; por el contrario (Jung, 1971), “las imágenes no se pierden, sino que vienen de nuevo en la madurez del hombre y deben ser realizadas”. En conclusión, llegamos a comprender que el niño como arquetipo es, como decía Jung (1968a), “tanto prinicipio y fin, una criatura inicial y terminal” (p. 299). El arquetipo del niño expresa la integridad psíquica (Jung, 1968ª):

El “niño” es todo aquello que está abandonado y desprotegido y al mismo tiempo, divinamente poderoso; el insignificante, dudoso comienzo y el final triunfal. El “niño eterno” en el hombre es una experiencia indescriptible, una incongruencia, una desventaja y una prerrogativa divina, un imponderable que determina el valor fundamental o la totalidad de una personalidad (par.300).

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