Licenciada en Psicología
La mayor parte de los materiales e investigaciones sobre la relación entre psicología y ajedrez enfatizan en el estudio de aquellas cualidades psicológicas imprescindibles para realizar un juego mas eficaz. Cada día se habla con mas frecuencia de la importancia de los factores psicológicos en el resultado de la lucha deportiva.
Coincidimos en que la psicología puede y debe ponerse al servicio del perfeccionamiento de la maestría del ajedrecista, del mantenimiento y desarrollo de sus facultades deportivas. Pero eso no es suficiente, sobre todo si se trata de la enseñanza del ajedrez en las edades tempranas. " Yo quiero que mi hijo sea un ajedrecista brillante ", dirán algunos padres, y es un deseo justo. Pero es innegable que por encima de esto, lo que todo padre desea es que su hijo sea un individuo sano física y psíquicamente, con un pleno desarrollo de sus capacidades y una personalidad independiente, equilibrada y armoniosa.
Se impone entonces la pregunta: ¿Puede la práctica del ajedrez contribuir a estos fines? Si esto es así, ¿cuáles son las características de este Juego que le otorgan tal valor pedagógico? ¿Sobre qué procesos y formaciones psicológicas influye con mas fuerza? Estas son las principales Interrogantes a las que pretendemos dar respuesta.Básicamente, el ajedrez es considerado una escuela del intelecto, incluso por aquellos que no conocen el juego. ¿Se han fijado en lo que ocurre cuando algún padre comenta que su hijo es ajedrecista? Pues probablemente lo primero que diga su interlocutor sea: "¡Qué bien, tu sabes que eso es magnifico para el desarrollo de la inteligencia!"
Puede que esta persona no sepa ni mover las piezas y su observación se base simplemente en que el ajedrez es el deporte donde como excepción la acción motriz no es determinante, ocupando el primer lugar la actividad psíquica.
En cualquier caso, tiene razón. La practica del ajedrez contribuye al desarrollo de las facultades intelectuales del individuo. Gracias a ella se agiliza y fortalece la memoria. Por otra parte, la continuidad de los cambios que se producen en el tablero, así como la obligación de calcular toda posibilidad, favorecen el incremento de la atención. Se ha observado que la disminución de la distracción en muchos niños y adolescentes coincide con el inicio de su afición por el ajedrez.
Pero indudablemente, el ajedrez alcanza su mayor y más interesante influencia (desde el punto de vista intelectual) en el pensamiento.
Como todos saben, el pensamiento es búsqueda y descubrimiento de lo nuevo; la necesidad de este surge cuando en la práctica, ante la persona aparece un nuevo problema, nuevas circunstancias y condiciones de actividad. Y el ajedrez es precisamente un proceso continuo de aparición de situaciones problemáticas. Los cambios en la posición obligan al ajedrecista a diferenciar lo nuevo de lo ya conocido, redefinir sus planes y buscar nuevas alternativas, o lo que es lo mismo, lo obligan a pensar.
Ahora bien, el pensamiento implica tres procesos fundamentales: análisis, síntesis y generalización, y la práctica del ajedrez es una magnífica vía para el desarrollo de los mismos.
Análisis es la identificación en el objeto de aspectos, elementos, propiedades, conexiones, es la división del mismo en sus distintas partes y componentes. Cuando el ajedrecista valora la posición, esta analizando sus diferentes elementos: relación de material, seguridad de los reyes, conformación de peones, movilidad de las piezas, etc.
La unificación de los elementos separados en el análisis es la síntesis. A través de ella el jugador descubre las conexiones entre las diferentes piezas y determina la importancia de las mismas en base a dichas conexiones.
El análisis y la síntesis siempre se interrelacionan y su unidad se manifiesta en la comparación. Cuando comparamos dos o más objetos, empezamos por correlacionar uno con otro, es decir, por la síntesis. Ahora bien, durante esta síntesis se produce el análisis de los objetos comparados, para identificar en ellos lo general y lo particular. Así la comparación conduce a la generalización.
Por ejemplo, un ajedrecista analiza diferentes partidas de un determinado sistema de juego y va identificando los elementos más generales de estas posiciones. En la partida viva esta generalización conduce a la elección de una alternativa de conducta (un plan, una variante) en función de las características de la posición.
Es algo así como transferir la solución de un problema ya conocido a otro similar en condiciones diferentes. Claro que para trasladar correctamente la solución de un problema a otro es necesario descubrir lo sustancialmente general existente entre ellos. Entre dos o mas objetos pueden haber muchos rasgos semejantes, pero que no expresen las propiedades sustanciales de los mismos.
Una generalización en base a esos rasgos frecuentemente es superficial y conduce a error. Por ejemplo, analizando algunos de los rasgos exteriores de la ballena, podríamos llegar a la conclusión de que la misma es un pez, conclusión errónea, puesto que la ballena es un mamífero.
En este sentido, pensamos que el ajedrez impone la necesidad de una generalización adecuada, basada en lo sustancial y no en lo superfluo. Si el jugador no capta correctamente la esencia de la posición y elige un plan inadecuado, esto puede afectar negativamente el equilibrio de la lucha e incluso el resultado de la partida. De ahí que el ajedrecista recibe una retroalimentación bastante inmediata de la corrección y exactitud de sus planes y valoraciones.
Pero no sólo la victoria o la derrota sirven de feedback, en muchas ocasiones el cálculo de una variante concreta le muestra al jugador que no ha captado la esencia de la posición y lo remite a niveles mas profundos de análisis y síntesis. Por ello se dice que en el pensamiento ajedrecista se da una perfecta unidad entre lo concreto y lo abstracto, pues la valoración general, las ideas y generalizaciones actúan de manera conjunta al razonar un movimiento determinado o una variante concreta.
Los "beneficios intelectuales" del ajedrez no terminan aquí.
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