INFLUENCIA DE LA ACTIVIDAD AJEDRECÍSTICA SOBRE ALGUNOS PROCESOS Y FORMACIONES PSICOLÓGICAS: UNA APROXIMACIÓN AL TEMA

María de las Nieves Morales Cardoso
Licenciada en Psicología

La mayor parte de los materia­les e investigaciones sobre la relación entre psicología y ajedrez enfatizan en el estu­dio de aquellas cualidades psicológicas imprescindibles para realizar un juego mas eficaz. Cada día se habla con mas frecuencia de la importan­cia de los factores psicológi­cos en el resultado de la lucha deportiva.



Coincidimos en que la psico­logía puede y debe ponerse al servicio del perfeccionamiento de la maestría del ajedrecis­ta, del mantenimiento y desa­rrollo de sus facultades de­portivas. Pero eso no es sufi­ciente, sobre todo si se trata de la enseñanza del ajedrez en las edades tempranas. " Yo quiero que mi hijo sea un ajedrecista brillante ", dirán algunos padres, y es un deseo justo. Pero es innegable que por encima de esto, lo que todo padre desea es que su hijo sea un individuo sano física y psíquicamente, con un pleno desarrollo de sus capa­cidades y una personalidad independiente, equilibrada y armoniosa.


Se impone entonces la pre­gunta: ¿Puede la práctica del ajedrez contribuir a estos fines? Si esto es así, ¿cuáles son las características de este Juego que le otorgan tal valor pedagógico? ¿Sobre qué procesos y formaciones psico­lógicas influye con mas fuer­za? Estas son las principales Interrogantes a las que pre­tendemos dar respuesta.Básicamente, el ajedrez es considerado una escuela del intelecto, incluso por aque­llos que no conocen el juego. ¿Se han fijado en lo que ocu­rre cuando algún padre comenta que su hijo es ajedrecista? Pues probablemente lo primero que diga su interlocutor sea: "¡Qué bien, tu sabes que eso es magnifico para el desarro­llo de la inteligencia!"

Puede que esta persona no sepa ni mover las piezas y su observa­ción se base simplemente en que el ajedrez es el deporte donde como excepción la acción motriz no es determinante, ocupando el primer lugar la actividad psíquica.

En cualquier caso, tiene razón. La practica del ajedrez contribuye al desarrollo de las facultades intelectuales del individuo. Gracias a ella se agiliza y fortalece la memoria. Por otra parte, la continuidad de los cambios que se producen en el tablero, así como la obligación de calcular toda posibilidad, favorecen el incremento de la atención. Se ha observado que la disminu­ción de la distracción en muchos niños y adolescentes coincide con el inicio de su afición por el ajedrez.

Pero indudablemente, el ajedrez alcanza su mayor y más interesante influencia (desde el punto de vista intelectual) en el pensamiento.

Como todos saben, el pensa­miento es búsqueda y descubri­miento de lo nuevo; la necesi­dad de este surge cuando en la práctica, ante la persona aparece un nuevo problema, nuevas circunstancias y condiciones de actividad. Y el ajedrez es precisamente un proceso continuo de aparición de situaciones problemáticas. Los cambios en la posición obligan al ajedrecista a diferenciar lo nuevo de lo ya conocido, redefinir sus planes y buscar nuevas alternativas, o lo que es lo mismo, lo obli­gan a pensar.
Ahora bien, el pensamiento implica tres procesos funda­mentales: análisis, síntesis y generalización, y la práctica del ajedrez es una magnífica vía para el desarrollo de los mismos.

Análisis es la identificación en el objeto de aspectos, elementos, propiedades, cone­xiones, es la división del mismo en sus distintas partes y componentes. Cuando el aje­drecista valora la posición, esta analizando sus diferentes elementos: relación de mate­rial, seguridad de los reyes, conformación de peones, movi­lidad de las piezas, etc.

La unificación de los ele­mentos separados en el análi­sis es la síntesis. A través de ella el jugador descubre las conexiones entre las dife­rentes piezas y determina la importancia de las mismas en base a dichas conexiones.

El análisis y la síntesis siempre se interrelacionan y su unidad se manifiesta en la comparación. Cuando comparamos dos o más objetos, empezamos por correlacionar uno con otro, es decir, por la sínte­sis. Ahora bien, durante esta síntesis se produce el análi­sis de los objetos comparados, para identificar en ellos lo general y lo particular. Así la comparación conduce a la generalización.

Por ejemplo, un ajedrecista analiza diferentes partidas de un determinado sistema de juego y va identificando los elementos más generales de estas posiciones. En la parti­da viva esta generalización conduce a la elección de una alternativa de conducta (un plan, una variante) en función de las características de la posición.

Es algo así como transferir la solución de un problema ya conoci­do a otro similar en condiciones diferentes. Claro que para trasladar correcta­mente la solución de un pro­blema a otro es necesario descubrir lo sustancialmente general existente entre ellos. Entre dos o mas objetos pueden haber muchos rasgos semejan­tes, pero que no expresen las propiedades sustanciales de los mismos.

Una generalización en base a esos rasgos frecuen­temente es superficial y con­duce a error. Por ejemplo, analizando algunos de los rasgos exteriores de la balle­na, podríamos llegar a la conclusión de que la misma es un pez, conclusión errónea, puesto que la ballena es un mamífero.

En este sentido, pensamos que el ajedrez impone la nece­sidad de una generalización adecuada, basada en lo sustan­cial y no en lo superfluo. Si el jugador no capta correcta­mente la esencia de la posi­ción y elige un plan inadecua­do, esto puede afectar negati­vamente el equilibrio de la lucha e incluso el resultado de la partida. De ahí que el ajedrecista recibe una retroa­limentación bastante inmediata de la corrección y exactitud de sus planes y valoraciones.

Pero no sólo la victoria o la derrota sirven de feedback, en muchas ocasiones el cálculo de una variante concreta le muestra al jugador que no ha captado la esencia de la posi­ción y lo remite a niveles mas profundos de análisis y sínte­sis. Por ello se dice que en el pensamiento ajedrecista se da una perfecta unidad entre lo concreto y lo abstracto, pues la valoración general, las ideas y generalizaciones actúan de manera conjunta al razonar un movimiento determi­nado o una variante concreta.

Los "beneficios intelectua­les" del ajedrez no terminan aquí.

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