PERCIBIR - Skinner,B.F. (1975). Percibir. Cap. 5 (Pg. 73-86). En Sobre el conductismo.

PERCIBIR

Skinner,B.F. (1975).  Percibir.  Cap. 5 (Pg. 73-86).  En Sobre el conductismo.

Tal vez el problema más difícil con que se haya enfrentado el conductismo haya sido el tratamiento del contenido de la conciencia.  ¿Acaso no estamos todos nosotros  familiarizados con colores, sonidos, gustos y olores que no tienen contrapartida en el mundo físico? ¿Cuál es su lugar en la explicación conductista? 



Yo creo que la respuesta se encuentra en el papel especial que se asigna a los estímulos en el análisis operante.  Requiere cierta cantidad de detalles técnicos y lo trataré con alguna profundidad.

¿PERCEPTOR O RECEPTOR?

Según el punto de vista tradicional, la persona responde al mundo que lo rodea en el sentido de actuar sobre él.  Etimológicamente, tener experiencias del mundo es probarlo, y percibir es captarlo – tomarlo y poseerlo-.  Para los griegos, conocer era tener intimidad con algo.  Desde luego, la persona no podía captar y poseer el mundo real, pero podía hacer copias de él, y éstas eran los llamados datos con los cuales, en sustitución de la realidad, trabajaba. Podía almacenarlos en su memoria y luego recuperarlos y actuar sobre ellos más o menos como podría haberlo hecho cuando se le dieron por primera vez.

El punto de vista opuesto –común, creo yo, a todas las versiones del conductismo es que el ambiente es el que toma la iniciativa, y no el individuo el que percibe.  El reflejo fue un ejemplo muy claro, y la versión estímulo-respuesta del conductismo se acomodó al mismo patrón como lo hicieron la teoría de la información y algunos modelos de las computadoras.  Parte del ambiente penetraba en el cuerpo;  allí se transformaba, quizá se almacenaba, y, eventualmente, surgía como respuesta. 

Curiosamente, esto sólo se distinguía del cuadro mentalista en lo referente al iniciador de la acción.  En ambas teorías, el ambiente penetraba en el cuerpo:  en la visión mentalista, el perceptor lo introducía;  en la visión de estímulo-respuesta, el ambiente se abría camino.  Las dos formulaciones se podrían combinar así:  “Una imagen del mundo exterior que impresiona la retina del ojo, activa un proceso muy complicado que produce la visión:  la transformación de la imagen retiniana en una percepción”.  Ambas formulaciones dirigían la atención hacia la representación interna de la realidad en sus diversas transformaciones.  Hay una pregunta básica que se podría formular de esta manera:  ¿Qué acontece con el estímulo?

En el análisis operante y en el conductismo radical construido sobre él, el ambiente permaneces donde está y donde ha estado siempre, fuera del cuerpo.

EL CONTROL DE ESTIMULOS DEL COMPORTAMIENTO OPERANTE

El ambiente afecta a un organismo antes, lo mismo que después, de que éste se comporte.  Al estímulo y a al respuesta agregamos la consecuencia, y ésta no es solamente el tercer término de una secuencia.  La ocasión en la cual ocurre el comportamiento, el comportamiento mismo y sus consecuencias, se interrelacionan en las contingencias de refuerzo que ya hemos examinado.  Como resultado del lugar que ocupa en estas contingencias, un estímulo que está presente cuando se refuerza una respuesta adquiere cierto control sobre la respuesta.  En este caso, no desencadena la respuesta como el reflejo; simplemente, hace más probable que ésta ocurra de nuevo, y puede hacerlo en combinación con otras condiciones que afectan la probabilidad, tales como las que  se discutieron en el capítulo anterior.  Existe mucha probabilidad de que la respuesta que se refuerza en una ocasión dada ocurra también en una ocasión muy similar, pero, debido al proceso denominado generalización, puede aparecer en ocasiones que solamente comparten algunas de sus propiedades.  Sin embargo, si se le refuerza sólo cuando está presente una propiedad particular, tal propiedad adquiere un  control exclusivo a través del proceso llamado discriminación.

El papel del estímulo da al comportamiento operante un carácter especial.  El comportamiento no está dominado por el contexto actual, como era el caso en la psicología del estímulo-respuesta;   no está “atado al estímulo”.  Sin embargo, la historia ambiental aún ejerce control;  la dotación genética de la especie, además de las contingencias a las cuales se ha encontrado expuesto el individuo, también determinan lo que él percibirá.

CONDICIONES QUE AFECTAN LO QUE SE VE

Muchos de los temas discutidos en el capítulo anterior se extienden al control de estímulos del comportamiento operante.   Por  ejemplo,  en cierto sentido, la percepción tiene un propósito o una intención.  La persona no es un espectador indiferente que absorbe al mundo como una esponja.  Una de las primeras objeciones a la teoría del conocimiento humano de John Locke era que la estimulación parecía estar grabada sobre la tabula rasa de la mente, y entonces se trató de completar la teoría diciendo que la persona “observaba las cosas como agradables o desagradables, aprobadas o desaprobadas, placenteras o no placenteras”,  o que la persona “juzgaba” al mundo cuando lo percibía.  Pero este tipo de expresiones simplemente atribuyen  a supuestos procesos internos lo que se encuentra en la dotación genética y en la historia personal.  Nosotros no somos simplemente  “captadores” del mundo que nos rodea;  respondemos a él de maneras peculiares debidas a lo que ha sucedido cuando hemos estado en contacto con él.  Y de la misma manera que el condicionamiento operante no significa que la persona “infiera lo que ocurrirá cuando actúa”, así también elcontrol ejercido por los estímulos no significa que “infiera lo que existe en el mundo que lo rodea”.

Algunas veces se dice que la persona que ha transitado por una carretera como pasajero no podrá recorrer también ese camino como otro que ha conducido por esa carretera un número igual de veces.  Los animales que han sido transportados a algún lugar no llegarán después tan fácilmente como los animales que han ido caminando.  Ambos se han encontrado expuestos a los mismo estímulos visuales, pero las contingencias han sido diferentes.  Preguntar por qué el pasajero y el animal transportado no “han adquirido conocimiento del lugar” es irse por las ramas.  Lo que no han adquirido es el comportamiento bajo el control del contexto. 

Aparece a menudo con claridad que, cuando un estímulo es  débil o vago, hay otras condiciones que afectan la probabilidad de que una persona vea una cosa de determinada manera.  El enamorado cree ver a su amada en medio de una multitud solamente cuando el estímulo visual es fugaz y oscuro.  (Este efecto se estudia  en el laboratorio, por ejemplo, exponiendo el estímulo durante un tiempo muy breve, o cerca del margen del campo visual, o con poca luz.)  Las personas que responden vigorosamente a los ladrones o a los ratones oyen como si fuese hechos por ladrones o por ratones cualquier ruido leve en la noche.  El nivel de privación produce una diferencia:  erróneamente, “oímos sonar el teléfono” cuando esperamos una llamada importante, y la persona privada sexualmente ve falos o vaginas en objetos que tienen muy poca semejanza con tales órganos. En otras palabras, una persona ve una cosa como si fuera otra cuando la probabilidad de ver la segunda es alta y el control que ejerce la primera es bajo.

La importancia de la historia del perceptor se puede aclarar si consideramos el caso del jugador de ajedrez que observa el desarrollo de una partida.  Lo que ve él es muy diferente de lo que ve un individuo que no sabe  jugar ajedrez.   Para el jugador, ese contexto es una ocasión en la cual se han hecho muchos movimientos diferentes con buenos o malos resultados con los cuales se ha familiarizado.  Para la persona que está aprendiendo a jugar, ese contexto puede ser una ocasión para una serie de movimientos, pero movimientos que no han sido muy afectados por las consecuencias.  Para la persona completamente ajen, el tablero y las piezas forman un contexto visual que solamente podrá describir por medio de sus posibles semejanzas con situaciones de su historia no relacionada con el ajedrez.

Reconocemos la importancia de una historia de refuerzo cuando nos proponemos hacer que una persona vea una cosa en particular –o, en otras palabras, que tenga una clase particular de visión-.  Podemos presentar una cosa repentina o patentemente, o de una manera novedosa, y, por tanto, sorprendente, y podemos señalarla si nuestro sujeto ha aprendido a comportarse efectivamente bajo las circunstancias en las cuales una cosa señalada desempeña un papel importante. 

Pero también podemos disponer que se vea el objeto particular estableciendo contingencias que solamente se encuentran si se responde a ese objeto.  Lasseñales de tránsito se diseñan para que se las vea  fácilmente, pero en buena medida las vemos o las ignoramos por las consecuencias contingentes.  Con frecuencia se dice que esta clase de medidas aumenta el conocimiento de la persona, o que amplia su mente o su conciencia, pero, sencillamente, lo que hacen es colocarla bajo un control más efectivo de su ambiente.

Los estructuralistas han tratado de explicar la percepción en términos de la forma o la configuración de lo que se percibe.  Puede decirse que los psicólogos de la Gestalt han afirmado que ciertos tipos de patrones fuerzan al organismo a percibirlos de ciertas maneras.  Ciertas ilusiones, por ejemplo, parecen irresistibles;  vemos lo que sabemos realmente que no está ahí.  Parece que ciertos ejemplos se pueden explicar razonablemente en términos de la selección  natural:  no es extraño que cuando vemos a un ave volar detrás del tronco de un árbol nos comportemos como si siguiera existiendo mientras está fuera de nuestra vista, e incluso la veamos moverse de un lado para otro como vemos que el semáforo pasa de rojo a verde.  Los pequeños vacíos de los patrones organizados se desprecian con el mismo provecho con que se “desprecian” los puntos ciegos de nuestros ojos.  No necesitamos postular principios estructurales para explicar estas características.  Las contingencias de refuerzo también contribuyen a las percepciones irresistibles:  el trapezoide en rotación que parece estar inmóvil se hace más efectivo si se le representa como el marco de una ventana.
 
EXPERIENCIA CONTRA REALIDAD


Las grandes  diferencias en lo que se ve en diferentes momentos en un lugar determinado sugieren que el estímulo no se puede describir en  términos puramente  físicos.  Se dice que el conductismo está en el error cuando no reconoce que lo importante es “cómo le parece la situación a la persona”, o “cómo la persona interpreta la situación”.  Pero para investigar  cómo le parece la situación a una persona, o  cómo la interpreta, o que significado tiene para ella,  debemos examinar  su comportamiento con respecto a ella, incluyendo sus descripciones de ella, y esto sólo podemos hacerlo en términos de sus historias genética y ambiental.  Para explicar  cómo se convierte el mundo real en una representación imaginativa, alguna autoridad ha propuesto lo siguiente:   “ Para que la percepción vaya más allá de la evidencia de los sentidos, el cerebro debe haber almacenado información, permitiéndole utilizar los datos sensoriales disponibles entre las posibilidades derivadas de las situaciones pasadas.  No son los estímulos los que comportan directamente el comportamiento..., sino las hipótesis cerebrales sobre lo que probablemente se encuentra fuera del espacio y en el inmediato futuro”.  (De paso, debemos señalar que éste es un ejemplo de la práctica corriente de evitar el dualismo sustituyendo “mente” por “cerebro”.  Se dice que el cerebro utiliza datos, elabora hipótesis, hace selecciones, etc,  de la misma manera que antes se decía que lo hacía la mente.  En la explicación conductista, es la  persona quien hace estas cosas.  Pero observamos simplemente que una persona responde a un ambiente concreto (“la evidencia de sus sentidos”) debido al hecho de estar expuesta a las contingencias de las cuales ha formado parte ese ámbito.  No tenemos razones para decir que ha almacenado información que ahora utiliza con el fin de interpretar la evidencia de sus sentidos.

Algo de la historia pertinente a la percepción puede haber ocurrido durante la evolución de la especie.  Parece que lo que se ve se “aparta del mundo objetivo”, por ejemplo, en las ilusiones mencionadas arriba, en algunas de las cuales se dice que la mente “infiere y predice la realidad a partir de datos incompletos”, pero,en cambio, nosotros diríamos que, debido a su dotación genética, la  persona responde de una manera posiblemente efectiva a lo que parecen ser estímulos fragmentarios.

Los psicofisiólogos han explorado muy rigurosamente la correspondencia entre la experiencia y la realidad.  Los primero psicólogos, como Wundt y Titchener, trataron de descubrir lo que la persona veía (u  oía, sentía, etcétera)  bajo el exclusivo control de los estímulos actuales, libre de los efectos de la exposición previa.  El observador entrenado describía sus sensaciones sin caer en el “error del estímulo”, es decir, describir lo que se está mirando como si nunca antes se le hubiera visto o nunca se hubiera podido aprender nada acerca de ello.  Debía ver una mancha de color en lugar de un objeto;  debía sentir un sabor salado en lugar de gustar la sal;  debía sentir calor en lugar del calor del sol sobre su piel.

Al hacerlo, debía ver los elementos irreductibles de la vida mental, pero aún así, la sensación parecía diferente de la realidad porque los cambios en los estímulos no producían cambios comparables en lo que se veía.  Se decía que una función psicofísica representaba la relación entre los dos mundos;  nosotros, en cambio, podríamos decir que representa hechos que se refieren al control discriminativos de los estímulos.  El punto de vista del contenido consciente se debilitó cuando el conductismo metodológico, junto con el operacionismo y el positivismo  lógico, cuestionó la utilidad de las sensaciones como datos científicos, y entonces los psicofísicos pasaron al proceso de discriminación creyendo en la existencia de un mundo de experiencia.


Posteriormente, estudios sobre la discriminación, particularmente las investigaciones sobre los procesos sensoriales de los animales, dieron lugar a mayores progresos.  En 1865, Claude Bernard sostenía que “los estudios experimentales de los órganos de los sentidos debían hacerse en el hombre, porque los animales no pueden explicarnos directamente las ensaciones que experimentan”, pero ahora existe una bien desarrollada “psicofísica animal” en la cual se analiza con gran precisión el control de los estímulos.  Posiblemente todavía se diga que el experimentador ha “enseñado al animal a informar sobre lo que ve”, pero los resultados se pueden formular en forma mucha más consistente en  términos del control ejercido por las contingencias específicas de refuerzo.  Entre todas las grandes explicaciones mentalistas, la del “entendimiento” o “conocimiento” de los empiristas ingleses es la que ha tenido el más ignominioso destino:  se ha visto reducida a la fisiología del ojo y del oído.

La distinción entre un mundo  físico y uno mental, tan frecuente en las culturas occidentales, probablemente surgió, lo mismo que el supuesto descubrimiento de la mente por Platón, en un esfuerzo por solucionar el problema dimensional de la vida mental;  en el  cuerpo no había lugar suficiente para las copias del mundo que parecía poseer la persona.  Más tarde, con la aparición de la ciencia, se presentó una nueva clase de discrepancia.  Las cualidades de las imágenes y las ideas ¿se podían acaso encontrar en la naturaleza?  Para utilizar un ejemplo bien trillado ¿la caída de un árbol produciría un sonido si nadie la oía?  La luz podría ser cosa de corpúsculos o de ondas, pero, ciertamente, no era cosa de colores;  el verde no era una longitud de onda de luz.  Esto no era un problema serio para los primeros fisiólogos, quienes no tenían razón para cuestionar el hecho de que vivían en un mundo de colores, sonidos, etc.  Tampoco fue un problema para los conductistas.

Decir que el profano y el científico simplemente están mirando aspectos de la misma cosa es salirse del tema, porque el aspecto es lo que origina el problema:  las personas ven cosas diferentes cuando se las ha expuesto a diferentes contingencias de refuerzo.  El científico ve el verde como todos los demás.  Pero también responde de otras maneras al mismo contexto.  Sin embargo, es un error decir que los conceptos de la ciencia se construyen a partir de la experiencia sensorial personal.  Tanto el profano como el científico responden – de maneras iguales o diferentes, según las contingencias- a los rasgos de un contexto dado. 

(En el capítulo 9 volveré sobre el conocimiento personal del científico.) El control del estímulo del comportamiento está sujeto a gravas limitaciones.  Nuestra  dotación genética restringe el control, por ejemplo, a la radiación electromagnética del rango visible, y a los sonidos audibles, e incluso, dentro de estos rasgos, el ojo y el oído pueden tener defectos.  Sin embargo, sus fallos no son asunto de las inferencias falsas.  Las discrepancias no están en la  correspondencia entre la experiencia y la realidad, sino en el control de los estímulos.

Cuando la realidad es  más compleja, es  más  fácil la aclaración.  Cuando una guerra desafortunada se atribuye a “malas percepciones”, o cuando se dedica un seminario a   “la discrepancia entre la realidad y la percepción del cambio tecnológico”, se necesita aclarar el sentido.  ¿Cómo percibimos la realidad de la guerra o del cambio tecnológico para poder descubrir que en  realidad se les ha percibido mal?   Siempre nos estamos “enfrentando con la realidad”, aunque el término debe incluir  más de lo  que hay en una simple presentación.  Las diferencias importantes son las existentes entre los comportamientos,  y, a su vez, éstas se explican por las diferencias entre las contingencias pasadas.

LA TEORIA DE LA COPIA

Los que creen que nosotros vemos copias del mundo pueden argumentar que nunca vemos el mundo en sí, pero por lo menos es igualmente plausible decir que nunca vemos nada  más.  La teoría de la copia de la percepción es muyconvincente respecto de los estímulos visuales.  Estos se copian frecuentemente en obras de arte lo mismo que en los sistemas óptimos de los espejos y los lentes, y, por tanto, no es difícil imaginar algún sistema plausible de almacenamiento.  Es mucho menos convincente decir que no  oímos los sonidos emitidos por una orquesta, sino que escuchamos alguna reproducción interna.  La  música  tiene patrones temporales, y  sólo recientemente se ha podido producir copias que se prestan a una metáfora mental.  El argumento no es de ninguna manera  convincente en el campo del sabor y el olor, donde no es  fácil imaginar copias distinguibles de la realidad, y raras veces o nunca se hace en el caso del tacto. 

Cuando sentimos la textura de una hoja de papel, sentimos el papel, no una representación interna.  Posiblemente no necesitamos copias de los sabores, los olores ni los tactos, porque ya estamos en contacto  físico con ellos, y probablemente por la misma razón es por la que se dice que sentimos los estados internos como el hambre o la ira, y no copias de ellos.

El  problema está en que la idea de una copia interna no aporta nada a la explicación de control sensorial ni a la psicología o a la fisiología de la percepción.  Hace más de dos mil años, Teofrasto formuló la dificultas básica: En lo referente a la audición, es extraño que él (Empédocles) se imaginara que haya explicado... realmente cómo oyen las criaturas cuando adscribió el proceso a sonidos internos y supuso que el oído produce un sonido en el interior, como una campana.  Por medio del sonido interno podríamos oír sonidos externos, pero ¿cómo oiríamos este mismo sonido interno?  Todavía continuamos enfrentándonos con el viejo problema.

De igual manera, como lo ha anotado un autor moderno, tan difícil es explicar cómo vemos una pintura en la corteza occipital del cerebro, como lo es explicar cómo vemos el mundo exterior, al cual se dice que representa.  En todas esas formulaciones se descuida el comportamiento de ver.  Este  sólo puede tomar su lugar apropiado si se presta atención a otros  términos de las contingencias responsables del control de estímulos.

VER EN AUSENCIA DE LA COSA VISTA

Cuando una persona recuerda algo que vio una vez, o tiene fantasías o sueños, con seguridad que no está bajo el control de un estímulo actual.  ¿No está, acaso, viendo una copia?  De nuevo debemos volver a su historia ambiental para encontrar una respuesta.  Después de  oír varias veces una pieza musical, una persona puede  oírla cuando no esté sonando, aunque probablemente con la misma riqueza o claridad.  Hasta donde sabemos, simplemente está haciendo, en  ausencia de la música, algunas de las cosas que hizo en su presencia.  De igual manera, cuando una persona ve a otra persona, o un lugar en su imaginación, simplemente puede estar haciendo lo que hace en la presencia de la persona o del lugar.  Tanto la  “reminiscencia” como el 2recuerdo” significaron en un tiempo “percibir de nuevo” o “traer de nuevo a la mente”, en otras palabras, ver de nuevocomo se vió una vez.  Les técnicas explícitas de “traer a la mente” son técnicas para fortalecer el comportamiento perceptual, como lo veremos en el capítulo 7.

Se ha acusado al conductismo de “relegar uno de los intereses fundamentales de los primeros psicólogos  – el estudio de la imagen- a una posición no  sólo de descuido, sino de desgracia”.  Yo creo, por el contrario, que ofrece la única posibilidad de poner orden en el tema del imaginar o de la imaginación.

Todos están familiarizados con el hecho de ver en ausencia de la cosa vista, pero la formulación tradicional es una metáfora.  Tendemos a actuar para producir estímulos que son reforzantes cuando los vemos.  Si la ciudad de Venecia nos ha resultado reforzante (nos referimos a  un efecto reforzante cuando la llamamos bella), podemos ir a Venecia con el fin de recibir refuerzo.  Si no podemos ir, podemos comprar pinturas de Venecia – pinturas realistas en colores de sus aspectos más bellos, aunque un boceto blanco  y negro puede ser suficiente-.  O podemos ver a Venecia leyendo acerca de ella, si es que hemos adquirido la capacidad de visualizar mientras leemos.  (La tecnología ha hecho mucho  más fácil la visión de cosas reforzantes en su presencia, y, por tanto, ha reducido la posibilidad de verlas en su ausencia.   Hace  dos o tres generaciones, los niños leían o escuchaban lecturas de libros con pocas ilustraciones o sin ninguna ilustración;  hoy miran la televisión o leen libros con dibujos en colores en todas las páginas, y, por tanto, es mucho menos probable que adquieran el repertorio de “ver” bajo el control de estímulos verbales.)  Sin respaldo externo alguno, simplemente podemos “ver Venecia”, porque cuando lo hacemos recibimos refuerzo,  Decimos que fantaseamos sobre Venecia.  El error consiste en suponer que, por el hecho de crear estímulos físicos que nos permiten ver Venecia más efectivamente yendo a Venecia o comprando una pintura, debemos por eso crear estímulos mentales para verlos en la memoria.  Lo que se debe decir es que, si recibimos refuerzo viendo a Venecia, es  probable que emitamos ese comportamiento – es decir,  el comportamiento de ver a Venecia- aunque en el contexto inmediato haya muy pocas cosas que guarden semejanza con la ciudad.  De acuerdo con un diccionario, la fantasía se define como “el acto o la función de formar imágenes o representaciones en la percepción directa o en la memoria”.

También podemos ver una cosa en su ausencia, no porque recibamos refuerzo inmediatamente cuando lo hacemos, sino porque entonces podemos emitir un comportamiento que luego recibirá refuerzo.  Así pues, podemos ver a Venecia con el fin de decir a un amigo  cómo llegar a un lugar particular de la ciudad.  
Si estuviéramos  juntos  en la ciudad misma, podríamos conducirle hacia una ruta dada, pero podemos “colocarnos visualmente en la ruta”  cuando no estemos allí y describírsela.  Podemos hacer eso más efectivamente si e señalamos en un plano o en un dibujo de la ruta, pero cuando describimos lo que se ve al “traer la ciudad a la mente” no estamos consultando un “mapa cognoscitivo”.  Conocer una ciudad significa poseer el comportamiento de orientarnos en ella;  no significa poseer un plano que se ha de seguir para orientarnos.  Se puede construir ese plano a partir de la ciudad misma o viendo la ciudad cuando se está ausente de ella, perovisualizar una ruta en una ciudad con el fin de describirla a un amigo equivale a ver como (no lo que) se ve al ir por la ciudad.

Claude Bernard podía haber dicho también que es imposible hacer que los animales informen acerca de las cosas que imaginan, pero noy hay razón para que no sean efectivas en otras especies las contingencias bajo las cuales una persona  ve las cosas que no están ahí.  Es posible hacer que los animales respondan a las post-imágenes y, aumentando la privación, podemos inducir a la paloma a responder a un cuadrado “como si fuera un tirángulo”.  No hay razón para que, con el mismo sistema, no podamos hacerle responder a una superficie en blanco cuando se le ha reforzado previamente  sólo cuando se proyectaba un triángulo en la superficie.  Sería un interesante ejercicio el diseño de las contingencias “verbales” que le permitieran decirnos que “veía” un triángulo.

Las contingencias de refuerzo bajo las cuales se comporta una persona producen cambios en ella;  no es que almacene contingencias.  En particular, no almacena copias de los estímulos que han formado parte de las contingencias.   En particular, no almacena copias de los estímulos que han formado parte de las contingencias.  No hay representaciones icónicas en su mente;  no hay estructuras de datos almacenados en su memoria;   no tiene un mapa cognoscitivo del mundo en el cual ha vivido.   Simplemente, ha cambiado de tal manera que ahora los estímulos controlan clases particulares de su comportamiento perceptual.

En el sueño, se encuentra un ejemplo más claro del hecho de “ver” en ausencia de la cosa vista.  La estimulación actual reduce su control al mínimo, y es cuando la historia y los estados resultantes de privación y emoción de la persona logran su oportunidad.  Freud destacó la importancia de los deseos y los temores plausiblemente inferidos de los sueños, pero, infortunadamente, se hizo responsable del énfasis en la distinción entre ver y lo que se ve.  El soñador entraba en el sueño;  montaba el sueño como el productor del teatro monta una obra, y luego tomaba asiento entre el auditorio y lo observaba.  Pero el sueño es un comportamiento perceptual , y la diferencia entre el comportamiento cuando se está despierto y cuando se está dormido, sea dentro o fuera de un contexto pertinente, es simplemente una diferencia en las condiciones que lo controlan.

Parece que los movimientos  rápidos de los ojos durante el sueño confirman esta interpretación.  Cuando sueñan más activamente, las personas mueven los ojos como si estuvieran observando una presentación visual.  (Parece que también los músculos del  oído medio se mueven durante los sueños e involucran percepciones auditivas.)  Se ha dicho que el movimiento de los ojos, lo mismo que el movimiento de los  músculos del  oído demuestran que la  “entrada fisiológica” afecta al sueño, pero sin duda ese comportamiento es una “salida” fisológica.  Difícilmente podemos suponer que las representaciones icónicas que se observan en el sueño están debajo de los párpados o en el oído externo.

Existen muchas maneras de hacer que una persona vea cuando no tiene nada que ver, y todas ellas se pueden analizar como el arreglo de las contingencias que fortalecen el  comportamiento perceptual.  A ciertas  prácticas de la terapia del comportamiento, den la cuales se pide al paciente que imagine diversas condiciones o hechos, se las ha criticado considerándolas como no genuinamente comportamentales porque hacen uso de las imágenes.  Sin embargo, no hay imágenes en el sentido de copias privadas, hay comportamiento percpetual;  y las medidas tomadas por el psicoterapeuta están diseñadas para fortalecerlo.  En el comportamiento del paciente se produce un cambio si lo que ve (oye, toca, etc.) tiene el mismo efecto positiva o negativamente reforzante que tendría si estuviera viendo las cosas mismas.  Nunca, o casi nunca, es suficiente decir al paciente simplemente que  “tenga sentimientos”, o que  se sienta sexualmente exitado o mareado, sino que hay que mostrarle materiales pornográficos o nauseabundos, o pedirle que visualice “lo más claramente posible” un episodio sexual o uno desagradable.

El  hecho de que una persona pueda “ver” cosas cuando no hay nada que ver, puede haber sido una razón fuerte para que se inventara el mundo de la mente.  Era bastante difícil imaginar cómo podría caber una copia del ambiente real en la cabeza donde se le pudiera “conocer”, pero al menos había un mundo exterior que podía explicarlo.  Pero las puras imágenes parecen indicar una materia puramente mental.  Solamente cuando preguntamos  cómo se ve el mundo o una copia del mundo perdemos el interés por las copias.  El hecho de ver no requiere que haya una cosa vista.

LA MENTE Y EL CONTROL DE LOS ESTIMULOS

En el capítulo 4 vimos que la palabra “mente” algunas veces es un simple sinónimo  de la persona que actúa.  También puede representar a la persona que percibe.  Cuando una persona está fuera de contacto con la realidad, se dice que su mente está vagando, o posiblemente, que está ausente.  El verbo “importar” a menudo significa simplemente responder.  Alertamos a una persona para que tenga cuidado al pasar bajo un cielo raso bajo, queriendo dar a entender simplemente que debe mirarlo y responder a él.  En este sentido pedimos a alguien que cuide a los niños, y ese alguien puede quejarse de que los niños no le prestan atención a él.

También algunas veces la mente es simplemente el  lugar  en el cual se ven las cosas.  Las cosas “vienen a la mente” o se “traen a la mente”, y de la persona que sufre una desilusión se puede decir que “todo está en su mente”, como algo distinto de estar en el mundo real.  Como lugar en el cual se perciben las cosas, la mente se asocia estrechamente con la teoría de la copia, y formó parte importante de la teoría del contenido consciente.  Cuando el operacionismo condujo al estudio de los procesos de discriminación en lugar de las sensaciones, se consideró que la persona miraba o atendía al mundo real.  Ya no informaba sobre sus percepciones, informaba acerca de los estímulos.  De nuevo el mundo estaba donde le correspondía.

El tema se hace crítico cuando pasamos a la diferencia entre ver una cosa y ver que uno lo está viendo.  Si dentro del cuerpo en ningún momento  hay copias  de las cosas, entonces todo lo que se puede ver introspectivamente es el acto de ver, y esto es lo que se informa cuando se pregunta: “¿ves aquello?”.  Sin embargo, aún es posible discriminar entre las cosas que están ahí para verlas o no lo están.  Se puede decir que yo sé que esta hoja de papel está realmente ahí porque tomo una pluma y escribo en ella, y que la post-imagen brillante que me molesta no está ahí porque no trato de borrarla.  He aprendido la diferencia entre dos clases de ver.  El hombre sediento no tiende hacia el vaso con agua con el cual fantasea, pero el que sueña no sabe lo que está viendo no “está realmente ahí”, y responde tan plenamente como puede hacerlo una persona dormida.  (El conocimiento introspectivo del sueño es débil o no existe porque no se dan las condiciones necesarias para la auto-observación, y cuando sobrevive ese auto-conocimiento en el estado de vigilia, usualmente desaparece rápidamente cuando se olvidan los sueños.)  También es posible saber que hemos visto antes algo.  Re-conocemos lo que ya vimos.  En un déja vu, esta característica del auto-conocimiento es defectuosa.

Cuando analizamos las contingencias que controlan nuestro comportamiento logramos disponer de otras clases de auto-conocimiento referentes al control de los estímulos.

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