SEXUALIDAD Y PSICOTERAPIA CORPORAL

“... el cerebro es mi segundo órgano preferido”
(Woody Allen)

Parte de los motivos de consulta en psicología son las dificultades sexuales. En este breve artículo quiero dar una perspectiva aproximativa a esta cuestión.



La respuesta sexual humana, como tantas otras funciones biológicas necesarias para la supervivencia, es en buena medida de orden involuntaria y sujeta por tanto a nuestro inconsciente y al SNV (sistema nervioso vegetativo).

La sexualidad, salvo perversión, forma parte del movimiento ‘expansivo’, de ‘apertura’, ‘hacia el mundo’ que rige a todo el organismo en lo que podemos llamar el movimiento de la vida. La realización del mismo requiere de un ligero predominio del parasimpático en el delicado y maravilloso equilibrio de nuestro SNV.


Para asegurar y hacer más eficaz este movimiento vital existe la rama simpática del SNV. Este prepara al sujeto para la ‘actividad muscular intensa’ y su función primaria es la de apoyar, facilitar, proteger y defender el movimiento de la vida. Por ejemplo si una leona jugando plácidamente con sus cachorros detecta un depredador cercano, se desempeña con fiereza contra el mismo o huye con sus cachorros, el simpático se activa masivamente..., pero también cuando estás tumbado en la cama y te pones de pie, el simpático aumenta discretamente su actividad para apoyar y facilitar la vida.

La sexualidad entonces necesita de la actividad coordinada y secuencial de nervios simpáticos y parasimpáticos. A modo de ejemplo, la erección requiere de un predominio parasimpático mientras que la eyaculación requiere del simpático.


¿Qué suelen tener en común los síntomas que acompañan a una disfunción sexual? Los síntomas varían: falta de excitación, eyaculación precoz, falta de lubricación, falta de deseo, dolor en el coito, dificultad o ausencia de erección, dificultad para llegar al orgasmo no obstante la excitación, etc. Lo que tienen en común es precisamente un excesivo predominio del sistema defensivo, del simpático, el responsable del estrés. Cuando esto ocurre nuestro cuerpo detiene cualquier otra actividad que no sea imprescindible para el cumplimiento del mensaje biológico de ‘lucha o huye’.

Esto, así dicho, parece exagerado porque inmediatamente pensamos en situaciones extremas, pero hay toda una gradación desde el estrés más sutil e inconsciente (miedo a no gustar a la pareja, falta de confianza en uno mismo, problemas laborales o domésticos no resueltos, cansancio físico, desconfianzas y/o rencores larvados, culpabilidades, falta de sueño, etc.) hasta el estrés más intenso y consciente (malas experiencias anteriores, embarazo no deseado, ETS, etc.).


En la sexualidad, como en cualquier actividad humana, se requiere de cierto grado de agresividad (del latín adgredior, adgressus, “ir hacia alguien”) que no hay que confundir con la destructividad. Si ese “ir hacia alguien” en el propio aprendizaje biológico -que comienza ya en la lactancia- va unido a la destructividad y a la rabia, en mayor o menor medida y sea esta consciente o inconsciente, habrá para quien cierto estado vital de ‘lucha’ o incluso de ‘dolor’ sea compatible con la sexualidad, de modo que la liberación puntual o cotidiana de cantidades importantes de adrenalina -independientemente de su origen- no sea experimentada negativamente, incluso al contrario, puede formar parte del juego sexual. Si esto satisface a ambos miembros de la pareja no será fuente de conflicto. En el caso extremo y claramente patológico estarían las ‘agresiones sexuales’.


También habrá para quien en sus aprendizajes, la tolerancia a la adrenalina sea menor, y su adgredior, su “ir hacia alguien”, sea incompatible con la activación subjetiva del mecanismo biológico ‘lucha o huye’, la persona entonces se encuentra con que hay una retirada energética de toda aquella actividad biológica que no sea coherente con este mensaje, así que... la excitación se desvanece, los genitales no entran en erección o la pierden, la eyaculación se precipita para luchar o huir cuanto antes, la lubricación por supuesto es del todo innecesaria, la vagina permanece cerrada, , etc.

Nuestra capacidad simbólica aún añade más matices pues hechos que objetivamente no requieren en absoluto de la ‘lucha o huida’ y los elevados niveles de adrenalina correspondientes, subjetivamente y a niveles inconscientes puede ser interpretados como tales, de modo que el cerebro primitivo recibe las órdenes y, fiel servidor, actúa en consecuencia mal que le pese su propietario/a.


Desde la psicoterapia corporal las dificultades sexuales se abordan buscando restablecer el orden psicobiológico perdido y favoreciendo la recuperación del contacto consigo misma de la persona. Así, cuerpo y psique son dos formas de expresar lo mismo en códigos aparentemente distintos y la labor de paciente y terapeuta consiste en recodificar ambas instancias en favor del movimiento de la vida.

Fuente: SEXUALIDAD Y PSICOTERAPIA CORPORAL

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