El Desarrollo Transpersonal 6. La inspiración transpersonal

Si observamos los «signos de los tiempos», es decir, el estado actual de la humanidad, de sus intereses y de sus comportamientos, podremos observar fácilmente una creciente polarización entre dos tendencias opuestas. Por un lado, existe un exasperado deseo y una afanosa búsqueda de posesiones materiales, de goces sensuales, de dominar la naturaleza y a otros seres humanos con sus consiguientes consecuencias de licenciosidad y de autoafirmación en todos los ámbitos, de agresividad y violencia individual y colectiva. Por otro lado existe también, de forma más o menos evidente, una marcada insatisfacción hacia todo esto, o incluso una abierta rebelión, sobre todo entre los jóvenes, y una búsqueda, consciente o no, de valores y de retribuciones de otra índole más elevada, con un anhelo hacia lo que genéricamente se denomina espiritual o religioso.


Pero en este campo existen numerosas incertidumbres, confusiones y malentendidos. Se da la extraña paradoja de que, mientras abundan los testimonios de experiencias que hombres y mujeres de todos los tiempos y de todos lo lugares han tenido en esa esfera superior, los estudios científicos y las investigaciones a este respecto son sin embargo escasos y muy poco satisfactorios. Los motivos son muy diversos. Ante todo, está el problema de una errónea concepción del método científico, que se limita a utilizar técnicas cuantitativas y estadísticas adaptadas a las ciencias naturales. Además, la mente se muestra reacia a admitir la existencia de una realidad y de unos valores no racionales, confundiendo lo que es super-racional con lo irracional o, mejor dicho, anti-racional. Después esta el hecho de que, normalmente, las descripciones de tales experiencias han sido vinculadas con doctrinas religiosas, con imágenes, símbolos y formas que ya no son aceptados o considerados como válidos por un número cada vez mayor de personas. Tal y como decía Keyserling, con su característica irreverencia: «Han sido expuestas en el marco de sus propios prejuicios».

Otra dificultad es la de la inadecuación del lenguaje y de las expresiones verbales para comunicar la verdadera naturaleza de las experiencias transpersonales. Todos los que han intentado hacerlo han dicho que, en realidad, son inefables. [1]

Finalmente, también existe el miedo a aventurarse en un mundo distinto al habitual, en un mundo desconocido y desconcertante. A menudo, esto se ve acentuado por el hecho de que esta conquista ha sido eminentemente presentada bajo una forma negativa de renuncia a todo aquello con lo que el hombre se siente generalmente vinculado, sin llegar a resaltar suficientemente todos los aspectos positivos y gozosos de la misma.

De todo ello se derivan fuertes renuencias y resistencias, por lo que no es raro que se produzca lo que se conoce por «el rechazo de lo sublime». Sin embargo, y a pesar de todo, la mencionada insatisfacción y la consiguiente búsqueda de «algo diferente», el atractivo de las exploraciones y de la conquista de los mundos interiores, de los cuales muchos han tenido presentimientos, a menudo se ha transformado en un resplandor o incluso en un vivido rayo de luz y ha hecho que muchos de los que se han presentado como mensajeros y guías en esos campos hayan atraído a un gran número de personas, agrupando a su alrededor a simpatizantes y a discípulos entusiastas y a menudos fanáticos.

Pero el valor de estos mensajes y la capacidad de esos guías, de esos «maestros», son muy diversos. Junto a las elevadas y genuinas enseñanzas, existen también otras muchas que son falsas y en las que la verdad y lo ilusorio se entremezclan en grado diverso. Junto a los guías verdaderamente sabios, también están «los falsos profetas», quienes utilizan y enseñan métodos no válidos e incluso peligrosos. Por ello, resulta sumamente urgente y necesario un estudio y una experimentación científica en este campo, que permita una evaluación totalmente independiente de cualquier doctrina, sistema o autoridad personal.

Este estudio y esta investigación ya han sido iniciados y van desarrollándose rápidamente: constituyen una nueva rama de la psicología a la que se ha llamado transpersonal y que podría considerarse como una «psicología de lo elevado». Pero esto tan sólo es un comienzo: todavía queda mucho por nacer.

Por mi parte, me dediqué a ello hace ya más de diez años y ahora me he propuesto seguir haciéndolo de una forma más, coordinada y sistemática (en el buen sentido de la palabra), es decir, escribiendo coordinadamente un libro sobre La psicología de lo elevado y del Sí Mismo.

Uno de los principales temas de esta «psicología de lo elevado» es el de la relación entre las actividades superconscientes transpersonales y la vida consciente, o mejor dicho, sobre las distintas modalidades y estados del trasvase de contenido y energías superconscientes al ámbito de la consciencia normal de vigilia. Estas modalidades son muy diversas y pueden ser indicadas de la siguiente forma:

1. Intuición— 2. Imaginación— 3. Iluminación— 4. Revelación— 5. Inspiración—6. Creación—7. Comprensión e interpretación.

Estas modalidades no suelen desarrollarse separadamente sino que a menudo suelen hacerlo al mismo tiempo y en cierto aspecto, de forma bastante unitaria. Por ello, a veces incluso pueden llegar a confundirse entre sí. Pero para su estudio científico es preciso poner en evidencia las distinciones y las diferencias existentes entre cada una de ellas. Tan sólo después de haberlo hecho así, se podrán reconocer y comprender tanto sus relaciones como sus interacciones.

A su vez, este estudio posee varios aspectos o fases que también habrá que diferenciar:


1. Ante todo, la fenomenología; es decir: la recopilación de experiencias espontáneas y de los hechos observados, descritos y expresados por muchas personas de todos los tiempos y lugares.

2. La modalidad del proceso de trasvase entre el superconsciente y la conciencia.

3. Las técnicas que han sido y siguen siendo utilizadas para provocar o favorecer dicho trasvase. Estas técnicas incluyen las diferentes prácticas —externas o internas— de las distintas religiones, así como toda una serie de ejercicios denominados de muy diversas formas, pero que podrían ser incluidos bajo el nombre genérico de yoga.

4. Los resultados inmediatos y los efectos sucesivos que de ellos se deriven.

5. Los métodos para prevenir los peligros y reparar los daños que pudieran producirse debido al «descenso» o irrupción de las energías transpersonales.

6. Las formas para la mejor y más útil uso de esas realizaciones y energías.


Vamos a examinar primero las modalidades del trasvase de los elementos y actividades superconscientes al campo de la conciencia.

1. La Intuición

Aquí es preciso distinguir entre la intuición como función psíquica, por un lado, y los resultados de su actividad, es decir, las intuiciones propiamente dichas con sus diversas características por otro. La definición usual de este concepto proviene de su etimología: «in-tueri», es decir «ver dentro». Se trata de la visión, de la percepción inmediata de un objeto presente, tomado en su realidad individual. La intuición, como función específicamente cognoscitiva y autónoma, se contempla en general actualmente y ha sido reconocida en el pasado, tanto en Oriente como en Occidente.

Sin embargo, la psicología que se autodefine como científica no la ha reconocido como medio válido de conocimiento, debido a la limitada y unilateral concepción de los ámbitos y métodos de la ciencia, o bien la ha identificado con la percepción sensorial directa de los estímulos externos. Pero siempre ha existido y todavía sigue existiendo una reacción contra este injustificado exclusivismo. Los dos mayores defensores de la validez y del valor de las intuiciones fueron, sobre todo, Bergson y Keyserling. Ambos están considerados y catalogados como filósofos, pero tuvieron un finísimo sentido psicológico basado precisamente en la intuición y, en el caso de Keyserling, también en su gran capacidad de empatía y compenetración. Por ello, su valiosísima contribución al conocimiento del alma humana deberá ser debidamente respetada y tomada muy en cuenta por parte de la nueva psicología científica.

Jung, desde un ámbito más estrictamente psicológico, tuvo el mérito de afianzar la existencia y la validez de la intuición como función psíquica específica y autónoma. Este nos lo explica así:

Bajo mi punto de vista, la intuición es una función psicológica fundamental; no se trata de una sensación, ni de un sentimiento, ni de una deducción intelectual... Mediante la intuición, cada contenido se presenta como un todo completo en sí mismo, sin que seamos capaces de explicar o de descubrir cómo ha sucedido tal cosa... Por ello, el conocimiento intuitivo posee un carácter intrínseco de certeza y de convicción, el cual indujo a Spinoza a sostener que la «ciencia intuitiva es la forma suprema de conocimiento».

A esta forma de conocimiento Jung la llama «irracional», pero esta designación se presta a equívocos porque nos induce a contemplarla como contraria a la razón, mientras que en realidad es solamente distinta, pero no opuesta; Se podría llamar para-racional, o mejor todavía, transracional.

Existen varios tipos de intuición. Ante todo están las intuiciones sensoriales, constituidas por la percepción consciente de las impresiones visibles, auditivas, táctiles, etc., producidas por estímulos procedentes del ambiente. No haré hincapié sobre ellas porque se desarrollan en los niveles psíquicos personales y no atañen al superconsciente.

Después están las intuiciones de las ideas, en el sentido platónico, que proceden de una región superior a aquella donde normalmente funciona la mente ordinaria y, por consiguiente, pueden considerarse transpersonales. Lo mismo puede decirse de los demás tipos de intuiciones superiores, es decir, de las estéticas, de las religiosas, de las místicas e incluso de las científicas (por ejemplo, las intuiciones de la matemática superior). De hecho, hay muchas personas que deberían haber sido consideradas como normales y no lo han sido. Esto denota la diferencia entre la vida psicológica ordinaria y la transpersonal.

Las intuiciones se presentan en la conciencia o son percibidas de dos formas. La primera, que es la que se halla más vinculada al significado etimológico, puede describirse como la apertura de un «ojo interno» que permite ver o percibir una realidad que la visión normal no vislumbra. La otra forma puede ser comparada a un resplandor, a un relámpago, a un rayo de luz que se enciende en el campo de la conciencia y que es percibido por el yo, por el centro de la conciencia, desde su nivel o sede habitual. Un carácter común y específico de la intuiciones es su autenticidad. Confieren la percepción del objeto en su totalidad, en su conjunto, como un todo orgánico, y por ello se diferencian de la conciencia mental, que es analítica.

Keyserling lo manifiesta con gran evidencia:

... En definitiva, el hombre, al igual que el resto de los animales, está íntimamente vinculado a todo el complejo de seres y cosas, y si le falla el instinto o lo tiene muy atrofiado, no puede entonces fiarse de sus impulsos elementales y tiene que intervenir el equivalente humano del instinto para que el hombre se atreva a orientarse libremente en el cosmos. En este sentido, sólo los intuitivos son libres; y por esta razón, tan sólo entre ellos surgen los grandes reveladores, los conductores y los innovadores...

Esta es otra característica específica de la intuición: su dirección hacia el progreso, hacia el futuro.

...La intuición — afirma Keyserling — penetra el velo del porvenir y, por consiguiente, de lo posible. Pero la realidad está en perpetua transformación y por ello sólo puede verla quien puede aferrar directamente aquello que —de vez en cuando— es posible, y ello en un doble sentido: primero de todo porque, más allá de los hechos, existen algunas «posibilidades»; en segundo lugar, porque son capaces de percibir directamente, y de entre todas las posibilidades, aquellas que —ocasionalmente y en determinadas condiciones— pueden llegar a realizarse. Tanto la una como la otra no pueden derivarse sino de la experiencia interior y primordial de la totalidad. Finalmente —observa todavía Keyserling— La intuición también se halla estrechamente vinculada al amor.

Por todas estas razones, la intuición, más que la calidad del objeto lo que capta es la esencia, lo que es. Por ello es uno de los campos de investigación de la nueva psicología del ser, de la cual Maslow ha sido el pionero.

2. La imaginación

Esta se halla estrechamente vinculada a la intuición, ya que normalmente las intuiciones no se presentan en la conciencia de forma abstracta, sencilla y «pura», sino bajo el aspecto de imágenes. Por ello, el primer paso consiste en distinguir el contenido, la esencia o la idea que constituye una intuición, de la forma y del revestimiento que adopta. Esta forma posee un carácter simbólico y ello nos lleva a la importante y compleja cuestión del simbolismo. Hablaremos de ello más adelante. [2]

Ahora recordaré tan sólo la doble, y en cierto sentido contradictoria, naturaleza y función del símbolo: puede velar o revelar. Cuando se confunde con la realidad que expresa, la vela y es por ello fuente de ilusiones. Cuando, en vez de ello, es reconocido como medio de expresión, es una vía útil de seguir, y tal vez necesaria, que puede conducir hacia una realidad trascendente.

Independientemente de su función cognoscitiva, ya sea como vía o vehículo de la intuición, la imaginación posee otros aspectos diferentes entre sí.

Primero está la simple imaginación reproductiva, es decir, la imagen-recuerdo de las sensaciones o impresiones ya experimentadas (imágenes mnemónicas). La más frecuente es la visual, pero también están las imágenes-recuerdo de las demás impresiones recibidas a través de los otros sentidos entre las que destacan las auditivas. Todas ellas se hallan conservadas en estado latente en lo que podemos denominar «archivo del inconsciente», y pueden reaflorar a la conciencia espontáneamente o bien ser evocadas mediante la voluntad. La capacidad de conservar y de evocar imágenes es inmensa, prácticamente se podría decir que ilimitada. En condiciones especiales (hipnosis, estados febriles, etc.) es posible reaflorar pequeños recuerdos de los acontecimientos de la primera infancia. Están también los prodigios mnemónicos de los grandes directores de orquesta (por ejemplo, Toscanini) capaces de recordar sinfonías enteras y óperas musicales, y de dirigirlas sin tener las partituras delante suyo. También es sorprendente la capacidad que poseen algunos jugadores de ajedrez para visualizar las piezas de múltiples tableros y sus movimientos, pudiendo llegar a jugar a la ciega quince o más partidas simultáneas.

Está también la imaginación creativa, la cual posee una enorme importancia, aunque todavía no es lo suficientemente reconocida y utilizada como podría serlo, por ejemplo, en el ámbito educativo. Normalmente su actividad se manifiesta en los sueños, que son un producto mixto de los dos tipos de imaginación: la reproductiva y la creativa. Pero de la creatividad hablaré más adelante.

3. La Iluminación

Una de las formas más frecuentes de manifestación del superconsciente en la conciencia es la de la iluminación, que sigue a la apertura del «ojo interno». Existen muchas afinidades entre la intuición y la iluminación, aunque también hay notables diferencias.

En sentido general, se puede decir que una intuición es como un relámpago de iluminación concerniente a un determinado aspecto o manifestación de la Realidad. Pero la iluminación es algo mucho más amplio y duradero; es una visión que muestra la naturaleza esencial y la unidad sintética de toda la Realidad, o de sus aspectos más importantes. Es la percepción de una luz que no es física, sino que emana de la propia Realidad.

Este tipo de iluminación puede ser considerado como la revelación de la inmanencia divina, de la unidad de la Vida Universal, manifestada en miríadas de formas. La descripción más eficaz es la contenida en el Bhagavad Gita, en donde se la describe como la «revelación de la Forma Universal».

Numerosos poetas han tenido y han intentado expresar esta experiencia de iluminación. Entre ellos, el más importante ha sido Dante: el «Paraíso» dantesco está lleno de expresiones luminosas. Dante afirma claramente al principio de ese Cántico haber tenido la inefable experiencia de la más alta Luz, la que resplandece en el «cielo» más elevado, el más cercano a la Realidad Suprema, a Dios.

La gloria de Aquél que todo mueve
alcanza el universo todo, y resplandece
en unas partes más y en otras menos.


En el cielo que mayor luz de Él recibe
estuve yo, y vi cosas que decir
ni sabe ni puede quien de allí desciende;


pues aproximándose a su expresión
nuestro intelecto alcanza tal profundidad
que la memoria no puede ir tras él.

La manifestación de la luz asume diferentes aspectos en la conciencia del que la percibe; o, mejor dicho, en ésta prevalecen diferentes aspectos en función de las características del individuo, pues tales aspectos no son excluyentes sino que se interpenetran y se confunden en grado diverso. En algunos casos prevalece la percepción de la belleza, como por ejemplo en Tagore; en otros, prevalece el aspecto cognoscitivo, como en Plotino o en Eckhart.

En los místicos cristianos, y también en los orientales, tales aspectos se aúnan con sentimientos de amor y de adoración. En otros casos, la iluminación suscita sobre todo un sentimiento de gozo que puede alcanzar incluso estados de beatitud estática. Pero, repito, se trata de una preponderancia de uno u otro de estos aspectos: normalmente, todos suelen estar presentes en alguna medida. Su fusión fue expresada de forma admirable por Dante.

4. La Revelación

Existe un tipo de experiencia iluminativa distinta a las indicadas hasta ahora: se trata de la «toma de conciencia», de la percepción, a menudo imprevista, de lo que es el ser humano, de la revelación que un individuo tiene de sí mismo.

Los aspectos y efectos de esta revelación pueden ser muy distintos entre sí, incluso opuestos. El primer tipo de revelación posee un carácter sumamente positivo: se trata de la visión de las admirables potencialidades latentes o activas en los niveles superconscientes; puede llegar a producirse un resplandor, un relámpago de revelación del Sí Mismo espiritual. Ello incluye una nueva comprensión, la verdadera comprensión de uno mismo y de los demás; la conciencia experimenta una sensación de ampliación, de expansión, y es inundada por sentimientos de gozo, bondad, amor y gratitud.

Pero la revelación, ya sea por repentina, imprevista o demasiado intensa, también puede provocar reacciones poco deseables e incluso morbosas: puede producir sentimientos de excitación y de exaltación. Si se pierde la conciencia de la diferencia que existe entre el Sí Mismo espiritual y el ser o el yo personal, éste puede atribuirse la cualidad y el poder de aquél, pudiendo llegar hasta la megalomanía.

Otro aspecto, inverso al anterior, de la iluminación interna es la revelación de la partes inferiores y más oscuras de la personalidad, hasta entonces ignoradas o no reconocidas, o bien más o menos rechazadas o reprimidas en el inconsciente, y que constituyen lo que Jung llama la «sombra». Esta revelación, cuando es imprevista, puede resultar muy transtornante v provocar estado depresivos, miedos e incluso desesperación. Para prevenir o atenuar estos efectos resulta sumamente útil una adecuada preparación psicológica y un adecuado conocimiento de la «psicología de lo profundo». Este conocimiento elimina el shock de la sorpresa y ayuda a aceptar la revelación al poner de manifiesto que el lado oscuro forma parte de la condición humana usual.

Otras reacciones menos extremistas, aunque no menos nocivas, pueden experimentarse a nivel físico cuando el sistema nervioso no soporta la intensidad, el voltaje de las irrumpientes energías psico-espirituales. También, en este caso, un conocimiento preventivo de los distintos niveles de la naturaleza humana, tal como son definidas en la «psicología de tres dimensiones», puede ayudar a soportar estas reacciones y atenuarlas, e indicar los modos de eliminarlas.

5 y 6. Inspiración y Creación

Otros tipos de relación y de interacción entre el superconsciente y la conciencia son la inspiración y la creación psicoespiritual. Es oportuno tener claramente en cuenta las diferencias existentes entre la iluminación, la inspiración y la creación, y tenerlas bien presentes, ya que a menudo suelen (infundirse. La iluminación puede producir inspiración y a menudo lo hace, aunque no siempre. En algunos místicos, la iluminación permanece en un ámbito subjetivo: puede producir un estado contemplativo, suscita a menudo impulsos de amor y la aspiración a unirse a Dios y a fundirse en la Suprema Realidad, pero no inspira creaciones externas, ni incita i la acción.

Por otro lado, también puede darse la inspiración sin iluminación, sin que exista una elevación o expansión de la conciencia. Tal es el caso de las inspiraciones musicales experimentadas por niños de corta edad como, por ejemplo, Mozart.

También entre la inspiración y la creación hay una neta diferencia. La inspiración, en sentido preciso, es el proceso de pasaje o descenso de contenidos más o menos elaborados desde los niveles transpersonales al ámbito de la conciencia. La creación es, en cambio, el proceso o serie de procesos en los que se elaboran dichos contenidos antes de su descenso o aparición consciente. La creación es muy parecida a la concepción y a la gestación de un nuevo organismo en el útero materno, mientras que la inspiración es mucho más parecida al nacimiento o a la aparición de la criatura.

En el capítulo anterior he desarrollado esta analogía, indicando las distintas modalidades de ambos procesos. He dicho que este «nacimiento» puede tener lugar en diferente grado de elaboración. A veces, el producto llega hasta la conciencia ya bien formado y completo, capaz de llevar una vida autónoma, tal y como sucede biológicamente en muchos animales. En cambio, otras veces se presenta en estado bruto e incompleto, requiriendo de una posterior labor de perfeccionamiento, a menudo de gran envergadura, por parte del yo consciente, a fin de alcanzar una forma adecuada. También he dicho que, al igual que sucede en el parto físico, el nacimiento puede ser espontáneo, rápido y fácil e ir acompañado por un sentimiento de gozo; pero otras veces, por el contrario, también puede ser muy difícil, largo y doloroso.

7. Comprensión e Interpretación

En cierto aspecto, esta es la fase más importante. Las intuiciones, iluminaciones y revelaciones que se han producido deben llegar a comprenderse bien a fin de evitar interpretaciones erróneas, y aplicaciones y acciones inoportunas o incluso nocivas. Estos errores suelen ser frecuentes y podría citar un gran número de ellos. Voy a dar un par de ejemplos de dos tipos de errores: uno relativo a las interpretaciones erróneas sobre los impulsos u «ordenes» internas que obligan a actuar al sujeto, y el otro sobre las incomprensiones mentales de verdades surgidas en el ámbito de la conciencia.

El primer ejemplo es un conocido episodio de la vida de San Francisco. Poco después de su conversión y mientras estaba rezando, éste escuchó una voz interior que le dijo: «Ve y reconstruye mi Iglesia». Puesto que en la vecindad había una pequeña iglesia abandonada, él interpretó este mensaje como una orden divina de reconstruirla y así se dispuso a hacerlo. Sin embargo, poco después se dio cuenta de que este mensaje poseía otro significado mucho más amplio: era la revelación de su misión de «restaurar» la Iglesia católica que, en aquellos tiempos, había degenerado mucho. Todos conocemos ya de qué forma tan admirable cumplió su misión.

El otro ejemplo es de muy diferente naturaleza y concierne a un hombre bien distinto. Se trata de la fulminante revelación que tuvo Nietzsche sobre los grandes ciclos que se desarrollan en la eternidad del devenir cósmico. El la interpretó y la expresó en su teoría del «eterno retorno». Según él, el tiempo no tiene límites, mientras que el número de los átomos de materia existente, aunque inmenso, es finito. Por ello sus combinaciones serán necesariamente finitas y, antes o después, deberán reproducirse retornando siempre a lo mismo, y así hasta la eternidad. Naturalmente, esta desoladora doctrina estaba basada sobre una premisa errónea, la de que el número de los átomos es finito e invariable. Aparte del absurdo intrínseco de esta hipótesis, la física moderna ha demostrado ya que los átomos se desintegran continuamente y van formándose otros nuevos con propiedades diferentes. Lo que Nietzsche había intuido era la naturaleza cíclica de la manifestación cósmica, o sea: el proceso evolutivo. Se trata la concepción oriental de los grandes ciclos de aparición y desaparición de les mundos, de la periódica emanación de la materia y de su evolución en innumerables formas y, después, de su sucesiva reabsorción en el espíritu, en lo inmanifiesto. Los recientes descubrimientos astronómicos sobre la formación y el desarrollo de los astros y de las galaxias confirman plenamente esta concepción. Así pues, según los orientales, ello es igualmente aplicable a escala humana, como es la manifestación cíclica de las almas en una serie de cuerpos (reencarnación). Pero todo ello no implica un retorno idéntico, sino un reaparecer de forma siempre más elevada, una evolución en espiral ascendente. Lo expuesto por Nietzsche es un claro ejemplo de interpretación errónea de una intuición correcta.

En el campo psicológico, nos enfrentamos continuamente al problema de la interpretación de los símbolos. También aquí se pueden observar frecuentes o casi podríamos decir que continuos errores y confusiones, como por ejemplo en la interpretación de los símbolos de los sueños y también en la interpretación de los mitos y de los simbolismos de las obras artísticas o literarias. A menudo, los errores se deben a preconceptos y a teorías particulares de quienes los interpretan. Pero la dificultad también se debe al hecho de que los símbolos pueden poseer distintos significados y diferentes niveles de realidad, sin por ello estar en contradicción o excluirse recíprocamente.

Voy a ilustrar a continuación un caso de inspiración espontánea que, a pesar de ser distinto en algunos aspectos, guarda una cierta afinidad con el de María Gallotti, citado en el capítulo anterior. En él se evidencian algunas características peculiares de la actividad que se desarrolla a nivel superconsciente, así como sus relaciones con la conciencia.

Se trata de una joven mujer a la que traté durante muchos años aunque de modo irregular, debido a mis largas ausencias de la ciudad en la que vivía, pero continuado desde lejos por correspondencia excepto durante los años de la guerra de 1941 al 1945. La llamaré Lucía (aunque este no es su verdadero nombre). Desde un punto de vista clínico no presentaba nada insólito. Sus síntomas entraban en el cuadro de la astenia neuropsíquica: debilidad física, depresión emocional, dificultad de atención mental, además de distintas fobias, sobre todo miedo a salir sola de casa. El ambiente familiar era opresivo: padre autoritario y madre buena pero de ideas estrechas que no le permitieron seguir los estudios, tal como ella hubiera deseado; aislamiento y ningún vínculo afectivo. Con mi tratamiento, durante el cual utilicé distintas técnicas de la psicosíntesis, fue mejorando gradualmente al punto de que consiguió superar la agorafobia e incluso llegó a realizar sola largos viajes en tren.

En todo ello, repito, no había nada particularmente notable. En cambio, poco después de utilizar la técnica del dibujo libre comenzaron a darse manifestaciones singulares e interesantes en varios aspectos. Al principio, los dibujos consistían simplemente en líneas, formas geométricas, representaciones esquemáticas de aspectos de la naturaleza (sol, mar, montaña) y de objetos sencillos. Pero pasado un breve tiempo, comenzó a escribir en los dibujos palabras y frases a guisa de comentario. Esta evolución surgió espontáneamente y sin que tuviese nada que ver con mis instrucciones o estímulos. Las frases expresaban diferentes estados de ánimo, pero después y cada vez más, expresaban aspiraciones, anhelos de liberación y de elevación, y relámpagos de intuición de carácter universal o cósmico. He aquí algunas de ellas, realizadas entre los años 1932 y 1935:

«La cara de la deidad está oculta. Ondas misteriosas atraviesan la atmósfera. En las altas esferas sopla el viento universal. La conciencia no quiere reconocerlo.»

«Entre las alturas espaciales se extiende la mirada. Atraviesa la vida su ciclo histórico. El gran todo permanece inmóvil.»

Después, la producción empezó a disminuir hasta casi cesar, hasta 1940 cuando, sin embargo, volvió a retomarla activamente y los dibujos fueron sustituidos gradualmente por escritos que tenían forma poética sui generis. Estos asumieron cada vez más el carácter de mensajes de los niveles del superconsciente.

La neta distinción, o tal vez la oposición, entre la conciencia de vigilia normal y la fuente de inspiración fue claramente reconocida y expresada por Lucía.

El estilo de los mensajes era muy variado, a menudo original, con expresiones extrañas, quizás extravagantes, pero vividas y eficaces. Era un estilo que en ciertos aspectos se podría comparar al de los poetas surrealistas. De alguno de ellos a menudo se sospecha que expresan su arte así deliberadamente, incluso de mala fe. Pero esta sospecha, al menos en algunas ocasiones, no es justa y puede excluirse totalmente en el caso de Lucía, ya que ella misma fue la primera sorprendida al ver lo que su mano escribía.

Lo que sucede en estos casos es que irrumpen elementos y actividad del inconsciente de forma directa, sin la elaboración y estructuración normal, y sin una expresión verbal coordinada y de fácil comunicación.

Pero lo que más importa es la naturaleza y el contenido de los mensajes. Estos pueden proceder de los distintos niveles del inconsciente, desde el más bajo hasta el más alto. En el caso de Lucía, a menudo los mensajes poseen tanto un tono como un contenido elevados, propios de la esfera transpersonal.

Los temas más recurrentes son: visiones de un devenir luminoso; la urgencia de una renovación de la humanidad; presagios e indicios de una Nueva Era; y la comparecencia de Seres Superiores que serán los pioneros y creadores.

La actitud asumida por Lucía hacia la fuente de su inspiración es equilibrada y perfectamente agnóstica. No considera que esa fuente sea un ser o entidad externa, sino que otorga a las expresiones que le brotan (El Dios, el Cantor, etc.) un carácter simbólico de «personificación psicológica».

Debemos observar que, mientras escribía, Lucía jamás perdió la conciencia de sí misma. Esto la diferencia de todos aquellos que escriben en un estado de hipnosis o de trance, algunos incluso novelas enteras, sin darse cuenta de lo que están haciendo. Esta clase de escritura automática debe ser desaconsejada porque tiende a producir o a incrementar la disociación psíquica y puede dar cabida a influencias indeseables. Además, los casos de Lucía y los de otros han demostrado que el mantener la conciencia despierta no obstaculiza la inspiración de los niveles transpersonales.

¿Qué conclusión podríamos sacar de la producción espontánea de los dibujos y escritos realizados por María Gallotti y por Lucía, así como de tantos otros del mismo origen, relatados por Myers en su libro Human Personality o por otros estudiosos de estos fenómenos? Estos casos constituyen una confirmación evidente de lo que la psicología humanística y la transpersonal (la Tercera y la Cuarta Columnas de la psicología) han demostrado: que hay latentes en la psique humana una enorme cantidad de facultades y energías generalmente ignoradas, y tantas admirables posibilidades creativas y expresivas, dispuestas a manifestarse tan pronto les sean ofrecidas las condiciones adecuadas.

Las demostraciones más evidentes vienen dadas: por una parte, a través de las manifestaciones espontáneas, de las que va he hablado; y por otra, por la existencia de muchos niños y jóvenes superdotados y por los seres superiores: los genios religiosos, artísticos, científicos, grandes maestros y benefactores de la humanidad.

Los superdotados que demuestran cualidades especiales, a veces ya desde su más tierna infancia, empiezan a ser reconocidos y valorados, pero todavía de forma limitada e inadecuada. No solamente existe incomprensión, sino también reticencia y hasta hostilidad hacia sus apreciaciones por distintas razones sobre las cuales ahora no me puedo detener. Sin embargo, existen dos importantes razones que deberían inducir a ocuparse de los superdotados. La primera es que ellos representan el elemento humano más apreciado, comparable al uranio entre los metales, ambos capaces de desprender potentes irradiaciones. La segunda, es que no resulta extraño que los superdotados tengan una exuberancia de energías a todos los niveles de su ser. Cuando les es impedida u obstaculizada la manifestación, puede provocarles efectos destructivos y manifestaciones antisociales e incluso delictivas.

A menudo se ha podido observar que entre los niños y jóvenes recluidos en los irónicamente llamados «Correccionales», existe un elevado porcentaje de superdotados; quizás alguno de ellos tuvo un despertar espiritual espontáneo. Pero si ello no fue reconocido y se le mantiene en un régimen de opresión, se vuelve cada vez más antisocial y, cuando se le priva de libertad, puede llegar a convertirse en un violento y peligroso criminal. Por ello, es urgente que la sociedad haga todo lo posible para prevenir este peligro y para encauzar esas exuberantes energías hacia un tipo de actividades más constructivas y creativas

Es posible hacer muchas cosas en este sentido. Los medios necesarios existen; son muy numerosos y de diferente naturaleza: desde la más elevada, como la comprensión, la compasión o el amor, hasta las diversas técnicas psicoterapéuticas y educativas que van evolucionando más cada día; y entre ellas las hay sencillas y fáciles de realizar, como el dibujo o el escrito libres.

Todos debemos sentir el deber de defender el conocimiento, de incitar a los médicos y educadores, y de ayudar a los progenitores a hacer uso de él al máximo posible. Así, y sobre todo así, se podrán prevenir los males que amenazan la existencia misma de la convivencia ciudadana y preparar la llegada de una Nueva Era en la cual se logre una psicosíntesis planetaria; en la cual, sin necesidad de guerras ni de violentas luchas sociales, la más alta potencialidad humana pueda alcanzar las más amplias y libres aplicaciones.


Referencias

[1] Esta es una de las características atribuidas a la experiencia mística por W. James en su obra Varieties of Religious Experience. [regresar]
[2] Ver el capítulo 8 del presente volumen. (N. del E.)

Fuente: Lo sviluppo transpersonale, Astrolabio, Roma 1988.

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