Mitos y Arquetipos en la vida cotidiana

por Francisco Moreno Téllez

La palabra “arquetipo” fue creada por C. G. Jung para designar a lo que él definió como ciertas estructuras psíquicas primordiales que se transmitían (heredaban) en la misma estructura del cerebro humano. Estas estructuras (los arquetipos) nos darían a nosotros la posibilidad de contar con la sabiduría de la especie en los distintos ámbitos de la vida. Son posibilidades de experiencia y, muy especialmente, posibilidades en cuanto a la manera en que creamos “imágenes” o símbolos.


Jung llegó a la conclusión de que existían estas estructuras psíquicas de carácter universal (las mismas o muy similares para toda la especie humana) después de estudiar a miles de pacientes y, al mismo tiempo, miles de mitos y leyendas a lo largo y ancho del planeta, en distintas épocas y culturas. Jung vio que los relatos mitológicos de lugares muy distanciados en tiempo y espacio tenían grandes similitudes: había un héroe, una lucha entre el bien y el mal, un enfrentamiento del héroe con la sombra, etc. A menudo el héroe era hijo de un dios o espíritu sobrenatural y de una mujer mortal, debiendo realizar un trabajo para el cual debía dejar su hogar terrenal y lanzarse a la aventura. Por ejemplo, en la mayoría de los mitos halló que la sabiduría se la representaba como un Viejo y al adversario como una Sombra o personaje de color opuesto al héroe. Al poder de lo femenino se lo suele representar como una copa o una olla, tanto en China como en Europa, América o África. Él también halló que muchos de sus pacientes tenían sueños con símbolos e imágenes parecidas, sin haber estudiado nunca sobre mitología o arte de otras culturas (ni siquiera la propia). Incluso pacientes psicóticos tenían delirios que uno podría llamar “arquetípicos” porque responden a estos motivos universales; Jung supuso así que cada ser humano tiene, en su psiquis todo el 'material' como para fabricar imágenes y símbolos parecidos a los de las mitologías. De hecho, en el día de hoy podemos ver cómo películas como El Señor de los Anillos o Harry Potter son éxitos de taquilla con millones de fanáticos; la razón puede muy bien ser que estas películas reflejan la tendencia natural de la psique a crear mitos, no importa de dónde sea la persona, culturalmente hablando.

Jung pensaba que todos los seres humanos poseíamos nuestros mitos particulares, personales, de los cuales no siempre somos conscientes. Estos mitos a veces se heredan familiarmente (Jung hablaba de un inconsciente colectivo general para toda la especie humana, pero también cada familia tenía su propio inconsciente). Por ejemplo, alguien puede estar dominado por el mito de Aquiles, sintiéndose en su vida invencible y poderoso, pero tarde o temprano mostrará su ‘talón’... En otro ejemplo común, una mujer puede estar dominada por el mito de Caperucita Roja. Eso significa que siempre tenderá a encontrar 'lobos feroces' en cada hombre que conoce. Incluso puede que su color predilecto para vestirse sea el rojo. También un hombre podría estar dominado por el mito del Quijote, y haberse ilustrado mucho para luego vivir en un mundo de fantasía con grandes problemas de adaptación. Su fisonomía puede llegar a parecerse a la del conocido personaje. En otro ejemplo, un joven podría estar representando en su vida actual a Peter Pan y, como el personaje, resistiéndose a crecer y a asumir una vida como adulto. Muchas mujeres pueden estar inconscientemente buscando al príncipe azul de su mito interior, y muchos hombres su princesa. Y así podemos seguir hablando de mitos en la vida cotidiana.

Una forma sencilla de empezar a conocer nuestros mitos es la siguiente: buscar aquellas historias, de la mitología, del cine o la literatura, que más nos gusten; cuentos o películas favoritos dentro de los cuales no estamos hablando de documentales o programas de televisión; tienen que ser películas o narraciones con alguna historia o personaje particular. Una vez encontradas, intentemos relatarlas en primera persona, como si nosotros fuéramos el personaje principal que narra su propia historia. Así descubriremos que ese personaje y esa historia representan nuestro propio mito. Los personajes nos atraen porque nos hablan de aquellos arquetipos que más resaltan en nuestra psicología.

Luego, a través de la terapia, podemos hacernos conscientes de nuestros mitos particulares y de ese modo liberarnos del destino al que el mito nos somete: a Caperucita al final se la come el Lobo, a Aquiles lo matan hiriendo su talón, al Quijote le va mal al enfrentar la vida práctica. Recordemos nada más que un mito puede ser maravilloso y entretenidísimo como libro de aventuras, obra de teatro o película, pero si por algún motivo nuestra vida se convierte en obra teatral o película, terminamos viviendo una vida donde el personaje nos actúa a nosotros. Si el mito o la historia está representada sobre un escenario puede ser entretenida e incluso aportar a nuestro crecimiento como personas, mas si toma lugar en nuestra vida real...; si 'somos' nosotros y no podemos separarnos del mito, estaremos siendo poseídos por él. El arquetipo nos posee, decía Jung, y ya deja de ser entretenido. Muchas personas van a consulta psicológica porque sienten que sus vidas no les pertenecen, que repiten una y otra vez la misma historia de siempre, porque incluso a veces descubren que ese mito que los posee ni siquiera lo crearon ellos sino que viene de sus padres y abuelos. En una familia de médicos, el mito puede ser el del “sanador”, un personaje que es representado religiosamente de generación en generación… ¿Qué pasará cuando un joven se resista a representar el papel de ese mito familiar? ¿Qué pasará si él en vez de estudiar medicina quiere dedicarse a los negocios, o al arte, etc.? ¿Qué duelo o conflicto significará para él y su familia?

Comprender la mitología familiar o individual no significa desechar lo positivo que pueda enseñarnos, sólo implica que podemos actuar y elegir con mayor consciencia y libertad.

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